Porque en la profusión de los días no sabemos qué pertenece a la memoria, qué al olvido, dónde descubre el alma las profundas verdades, hay en algún lugar para siempre una calle … Un recuerdo de Invierno William Ospina
Estoy pensando ante los bosques en fuga… “La prisa de los árboles” William Ospina
Señor alcalde:
Usted es el primer alcalde verde en la historia de Manizales. Séalo de una vez. Llene de verde la ciudad. Y haga historia. Que desde ya, desde el comienzo del primer año de su gobierno, Manizales tienda a ser la ciudad más verde de Colombia, que con ese fin lo sea más y más cada año y que al finalizar su administración, sea el ejemplo, por sobre todas, de un modelo de ciudad verde, ojalá en el departamento más verde del país.
Le recomiendo una fórmula factible, necesaria, justa, de realización inmediata, que puede estimularse y llevarse a cabo con solo decidirlo, antes de los planes proyectados o en proyecto, y de comenzar la ejecución de sus anuncios en la campaña y del compromiso asumido por usted como presidente de Asocapitales y que citó el diario El Espectador en el editorial del 15 de febrero de este año.
Sin aspavientos, sin anunciarlo casi, más por resultados que por propuestas, como un primer paso impactante, simbólico, colectivo, convocador, señor alcalde, para llegar a ser la ciudad que más sembró árboles, la ciudad más arbolada de Colombia, la primera en pactar un acuerdo con la naturaleza, y a la vez un acto de perdón, de verdadera expiación colectiva, de reparación con las familias sobrevivientes de esos troncos leñosos colmados de hojas y criaturas minúsculas, víctimas de nuestra ingratitud, comencemos por resembrar los árboles que se han talado, que se han mutilado, que se han caído, que hemos dejado morir, por ignorancia, por ambición, por rapiña, por descuido o por ociosidad. Sería también un acto de restauración por las degradaciones que los suelos, el aire, el agua, las calles, los barrios, los parques, la salud de sus habitantes y la misma belleza de la ciudad, han sufrido por causa de nuestra propia degradación como seres humanos y para que vuelva a reverdecer la vida.
Este no sería el norte, o un único norte, pero sí puede ser la primera resolución clara para avanzar hacia él, que no interfiere las competencias de los organismos responsables del medio ambiente, sino por el contrario, los aúna en el proceso de rectificación y desagravio para con la naturaleza, pues todos deben tener algo de culpa por permisión, acción u omisión, igual que la indiferencia y pasividad de los ciudadanos, en la desaparición de los árboles y pequeñas zonas boscosas que existían antes, no hace muchos años, en esta ciudad.
No se ha hecho nunca, que se sepa, una estadística de cuántos árboles, dónde, qué especies, cómo, cuándo, por qué y para qué, se han derribado por la arbitrariedad de los individuos, la codicia de las constructoras, la estupidez oficial, o la inconsciencia de todos. O puede que existan, y las habrán ocultado porque su revelación no podría producirnos sino horror. Pero en este primer paso, la detección de los múltiples y delatores muñones de cortezas con los que todavía tropezamos y las señales de su preexistencia en pequeños promontorios que ha cubierto la hierba, más la dolida memoria de quienes los conocieron, es una representación preliminar que conduce a las diversas cartografías que son útiles para emprender esta actividad que es también votiva.
Asómese señor alcalde por cualquiera de las ventanas de su despacho del piso 15, y no alcanzará a ver parques en ese inmenso panorama de concreto que constituye el centro de la ciudad hacia el oriente. Acaso una que otra manchita verde, solo un poco más abundante, en cuanto más lejana. Esa panorámica es la radiografía de la ciudad, de su relación con la naturaleza en los últimos cincuenta años.
Supongo que ya lo ha hecho. Sígalo haciendo, ojalá todos los días, y así podrá medir la ingente tarea que le incumbe. Hoy ve cemento por todas partes. Es un desafío a lo que usted dice representar y tómelo como un reto a sus propósitos de “generar cambios profundos en la ciudad”. De modo que cuando lleguen los últimos días de su administración, pueda mirar desde esos ventanales y desde otros lugares de observación - Manizales tiene tantos, en tantas partes y por todos los horizontes, prerrogativa propia que es una bendición-, y contemplar y mostrar, a propios y a extraños, la más bellamente verde ciudad colombiana y la de aire más puro.
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