“Es una reivindicación histórica”: así reacciona el senador Roy Barreras tras el anuncio del secretariado de las extintas Farc-EP sobre la responsabilidad en el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado.
Les queda muy cómodo confesarlo y limpiar a otros. Primero, ya les perdonaron lo que confiesen. Un crimen más o un crimen menos, no les agrava en lo más mínimo la situación. Pero ponen a descansar a otros, les quitan el problema y ahí los tendrán apoyándolos en todo.
Por ejemplo, si Piedad Córdoba sabía y al mismo tiempo, fue la mayor defensora de mantener en la presidencia a Samper y declararlo inocente en el Congreso.
Ese conocimiento previo de la ex senadora y la confesión de las Farc, que se dieron casi al tiempo, después de tantos años, como si lo hubieran acordado así, le cayeron como anillo al dedo al ex presidente Samper, cuya posición política nacional e internacional de los últimos años, él mismo se ha encargado de difundir.
Por eso no tardó un instante en hacer la declaración pública que aparece en los medios, donde insta a las Farc a que revelen las “circunstancias de modo, tiempo y lugar”, para lo que no tendrán ningún empacho, y armar todo un cuento estratégico, válido tanto para el asesinato de personalidades de tan alto calado intelectual y tan contrarias políticamente como Hernando Pizarro, José Antonio Bejarano, Landazábal y Álvaro Gómez.
Los mayores sabemos que las Farc asesinaban al que fuera porque el todo era asesinar y volver a Colombia, no un país igualitario, sino un país de asesinos, y en eso, la influencia en los asesinatos de hoy, sobre todo, los cometidos por los jóvenes, que lo hacen por cualquier motivo o por nada, y en los de los paramilitares y los narcos, lograron una igualitaria falta de respeto a la vida.
Eso es lo único que le interesa a la JEP, a la justicia ordinaria, a la justicia de los titulares en los medios, a la aplicada por ciertos columnistas, una justicia adverbial en un país adverbial, al que solo le interesa lo adverbial: el qué, el cómo, el cuándo, el donde y no siempre el quiénes, que se diluye o se utiliza para antropofagias políticas, en extender y multiplicar odios y en sentirse los buenos.
Una verdad circunstancial para aplicar una justicia circunstancial, en casos como éste, se hace importante el quiénes, porque no es lo mismo que el delito lo cometa usted o yo, o cualquier ciudadano, y menos un político, según el grupo al que pertenezca para la proporción del escándalo mediático y la graduación de la pena, o un guerrillero que se haya comprometido a no matar más.
Lo único que le interesa y le sirve al ex presidente Ernesto Samper, y para ser justos e igualitarios, a la prensa, a las investigaciones policiales, a los columnistas, al derecho positivista al uso, a la justicia ordinaria y a la transicional, no es la verdad verdadera, sino las circunstancias lo más detalladas posibles, de cómo planearon y fraguaron el asesinato, donde hicieron ese plan y para cometerlo, qué lugar escogieron y ahí si, por qué ese, si previeron que iría acompañado y decidieron matar al que estuviera con él sin importar quién o que fueran varios, por qué en la Universidad y no en otro sitio, qué horario le conocían, qué tiempo calcularon para hacerlo, a qué horas sabían que salía, etc. Y quiénes serían los más aptos para ejecutarlo. Quién lo ordeno y los envió. El ejecutivo plural de las Farc o su asamblea, si es que se daba, en todo caso, no individualizarán a nadie. Con eso todos podemos aprender cómo se ejecuta un crimen, y esa cátedra la pueden dictar también los jefes de bandas, de grupos armados, o del pequeño narcotráfico de las ciudades.
El por qué y el para qué, y a quiénes convenía, nunca se preguntará, no se contestará, no se sabrá, ni interesará, pues hace años no interesa a nadie. Siendo las circunstancias un tema importante pero menor, casuista, que nada esclarece, es el conocer el por qué y el para qué de cada crimen y a los que se favorecieron o se favorecen con su comisión, qué ganaban con ello, por qué no era o no es posible que siguiera vivo, la única manera de esclarecer qué ha sucedido en Colombia con el concepto de vida y con el respeto a la vida ajena.
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