Sin lugar a dudas esta pandemia puso sobre la mesa la importancia de los cuidados, del auto-cuidado como tarea fundamental para la sostenibilidad de la vida. No obstante, en el marco de las economías, se sigue pensando que cuidar-se es algo así como cuando decimos “ahora más tardecito, tengo algo más urgente que resolver.” Y uno de los asuntos que he aprendido con esta crisis sanitaria es la evidencia empírica de la desorganización social y económica en la que vivimos.
El asunto es que si no nos cuidamos, si yo no cuido a los demás y éstos a su vez no me cuidan (por supuesto estoy hablando más allá de la familia), no seremos capaces de pasar este momento aciago. Quiero insistir en que, por estas épocas, estos temores, desconsuelos y desesperanzas que tenemos, deberían mostrarnos el camino de la comprensión y la compasión que debemos sostener en todo momento y en todo lugar.
Es fundamental, esencial, sobre todo ahora que no estamos “obligados” a seguir confinados, no perder de vista que el auto-cuidado implica mantener un trabajo intenso y casi que rutinario. En realidad el auto-cuidado debería ser el mejor rito de cada día. Salir de casa, y pensar en que hay otros ahí afuera, que merecen respeto y consideración, es darle paso a lo más importante: el reconocimiento de que nos necesitamos. Nos necesitamos tanto como requerimos del agua, del aire, de la comida misma.
Sé que cuando comenzó el confinamiento hubo expresiones evidentes de solidaridad y de creatividad. La economía doméstica se vio afectada, pero hubo quienes se las ingeniaron para conseguir su sustento. Muchos ayudamos a otros; otros muchos nos tendieron la mano. Pero, claro, nunca fue suficiente, ni será suficiente. Ahora que pudimos salir a las calles, y con la idea de que el aparato productivo se reactivase, no podemos perder el horizonte de que la economía se mueve si estamos sanos. En la calle somos muy frágiles, estamos muy expuestos, por lo que precisamente es necesario caminar con cuidado, actuar con la mayor prudencia y tener siempre presente que el auto-cuidado depende de muchas circunstancias que no siempre dependen de mí. No se da el cuidado porque sí, hay que materializarlo, hay que ponerlo a circular en las calles, en las empresas, en las escuelas, colegios y universidades. Por eso, debemos conservar la distancia física, pero estando juntos.
Sé también que los gobiernos deben generar políticas públicas que permitan y faciliten el auto-cuidado. El Estado no puede dejar su responsabilidad total en manos de los ciudadanos; debe ser responsable de la organización social y política, lo cual implica el sostenimiento de los derechos civiles y de cuidar a quienes nos cuidan.
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