Lo que voy a decir, no es nada nuevo. Hay suficiente literatura sobre este particular. Por ejemplo, se conoce que la era de la vacunación comenzó a finales del siglo XVIII, época en la que el científico británico Edward Jenner diseñó la primera vacuna contra la viruela. En todo este tiempo –hasta la fecha– los procesos de fabricación son cada vez más estrictos. Por eso creo que para próximas pandemias (seguramente las habrá), quizás ya no suframos tanto. Hoy el tener mayor conocimiento del sistema inmunitario y de las nuevas biotecnologías, nos genera esperanza. Los últimos avances en este sentido, reseñan investigaciones muy rigurosas, por ejemplo, en biología molecular y en el desarrollo de la tecnología del ADN.
Son muchas las versiones contrarias que se conocen respecto de si nos vacunamos o no. Quizás el asunto esté en la falta de una muy clara pedagogía sobre este asunto. Los ciudadanos necesitamos conocer sobre la planificación, compra, distribución y acceso a las vacunas, para el caso actual, para detener el covid-19.
Claro que hay una especie de alarma entre los ciudadanos que reciben informaciones de toda índole, sin ningún tipo de verificación de quienes ponen en los medios y en las redes sociales a circular cuanta cosa se les ocurre. Es indispensable conversar seriamente entre todos los actores de la sociedad y, muy especialmente, entre los gobernantes, las sociedades científicas y los fabricantes que las diseñan en sus laboratorios, todo para recuperar la confianza mutua y que determinemos consensos de que nos debemos vacunar.
Sea cualquier cosa que se quiera creer, no se pueden negar los avances de las ciencias. Las vacunas son, sin duda alguna, una de las intervenciones en materia de salud pública más relevantes, entre otras cosas por su efectividad y tolerabilidad. Por las vacunas, a lo largo de la historia humana, se han salvado millones de vidas y se han podido erradicar muchísimas enfermedades. Quizás desde las universidades debamos emprender unas jornadas de conversación sobre este asunto. Es urgente vacunar contra la desconfianza que se le tiene a la ciencia. El covid-19, al igual que las enfermedades, se curan con ciencia y tecnología. La Providencia no los va a eliminar. La ciencia, lo repito –se ha demostrado cientos de veces– ha permitido disminuir los costes directos producto de las enfermedades inmunoprevenibles, así como la disminución de las morbilidades asociadas y el mejoramiento de la calidad de la vida.
El covid-19, ya se sabe, afectó a más de media humanidad. Nos puso en jaque a todos. Y nos hizo girar la vida 180 grados. Ahora que sufrimos los rebrotes de esta pandemia, es cuando más debemos ser juiciosos, respetuosos de la vida propia y de la de los demás. Y asumir, cada uno de nosotros, la responsabilidad que nos compete de acabar con este virus. La mejor vacuna que, por ahora, tenemos los ciudadanos en este país, es usar las mascarillas faciales, el lavado riguroso de las manos, y no salir innecesariamente a la calle.
Creo que este auto-cuidado es la mejor vacuna que tenemos. De toda esta pandemia debimos haber aprendido algo. Nos toca cuidarnos los otros a los otros, queridos ciudadanos. Larga vida para todos.
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