Tuve el privilegio y el honor de sostener las riendas de la prestigiosa y siempre bienamada Universidad de Manizales durante 12 años. Termino muy feliz y con la esperanza puesta en el horizonte. Recuerdo que en mi acto de posesión en el 2016, dije que la Universidad de Manizales le hace frente a los desafíos del mundo actual. Nos hemos dedicado desde hace 48 años a diseñar y a estructurar propuestas para que comprendamos que la educación superior, desde el cumplimiento de nuestros propósitos misionales, es para toda la vida.
Siempre sostuve que nuestra Universidad de Manizales es faro de realidad. Dede aquí no apoyamos el desarrollo de la ciudad, el territorio y el país, transformamos la ciudad, el territorio y el país. De ahí que con mi idea de rectorado fomenté la idea de que todos juntos, profesores, directivos y administrativos estuviéramos revaluando constantemente el concepto de educación, toda vez que los fenómenos sociales, económicos y políticos nos competen profundamente.
Nuestra premisa clave fue entender que nos educamos para toda la vida, por eso siempre hacemos camino al andar. Esto lo digo porque así seamos una Universidad de provincia, no perdemos de vista que la educación superior en Colombia y en América Latina está en una muy estrecha relación con los escenarios económicos, sociales y políticos. Por supuesto, no desconocemos que si logra imponerse un criterio economicista en estos países la mercantilización irá in crescendo, y esto afectará sustancialmente y de manera negativa a la educación superior. De ahí que hemos entendido que si bien los aprendizajes y actualizaciones son permanentes e imprescindibles en esta sociedad del conocimiento, también lo es el aprender a emprender.
Por eso, propendemos por estimular el aprendizaje de habilidades genéricas que van más allá de lo específicamente disciplinario, al igual que de valores universales con la férrea idea de conjurar amenazas a la vida y a la naturaleza, y que se muestran con el ropaje de una guerra nuclear, o de la vertiginosa y desenfrenada carrera tecnológica, sin dejar de mencionar las crecientes desigualdades, injusticias y exclusiones.
Esta es la impronta que he dejado en la Universidad de Manizales. Y debo decir que la comencé a construir, incluso, mucho antes de ser rector, desde cuando fui profesor, decano y vicerrector académico. Hoy, la aguja, el hilo y el dedal con el que he tejido una urdimbre científica, tecnológica y cultural, se los entrego a Duván Emilio Ramírez Ospina, quien fue elegido por el Consejo Superior como el nuevo Rector para el período 2020-2022.
Avizoro que con Duván Emilio se continuará pensando en la clase de universidad que cada vez más estas sociedades cambiantes requieren, en el entendido en que siempre nos debemos estar reinventando, tal y como nos lo demostró la actual crisis de salud pública producida por un virus que nos obligó a volver a mirarnos y preguntarnos si el camino que estábamos caminando era el adecuado o no. Me parece que Duván Emilio tiene visión de futuro. Y sé que la Universidad de Manizales en sus manos se orientará por un rumbo de consolidación de los programas de formación e investigación estratégicos para alcanzar las metas que su rectorado trazará. Sé que el nuevo Rector tiene claro que la pertinencia de un saber se construye mediante los vínculos que se establezcan entre esos saberes disciplinares y las actividades de la vida social, económica y política.
Como sé que puedo pecar por omisión, prefiero decir que quiero agradecerle al maravilloso equipo de profesores-administrativos que me acompañó en la alta dirección durante estos 12 años. Sé que cada uno de ellos también están felices por la urdimbre del conocimiento que tejimos juntos y que nos permitió poner en un alto sitial a la Universidad de Manizales.
Por supuesto, no olvido, a cada uno de los rectores del Sistema Universitario de Manizales, Suma –incluyo a los que estuvieron– con quienes pudimos convertir a la ciudad en un referente importante de la educación superior en el país. Con cada uno de ellos siempre pensamos que Suma debe convertirse en una gran Universidad, esa misma en la que los ciudadanos de esta ciudad, esta región y este país pueden cifrar con absoluta confianza sus esperanzas para seguir caminando con dignidad. A cada uno de ellos, muchas, muchas gracias.
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