“Quiero pensar que esta época de crisis, que tiene en jaque a la vida humana, revela una necesidad profunda de estar juntos.” Así comencé mi última columna. Sólo que esta vez lo pienso en función de los profes, no solo de quienes están en las universidades, sino de todos aquellos ciudadanos que saben que ésta es una de las profesiones que no dejarán de existir, a pesar de los grandes avances tecnológicos que se imponen día tras día.
Las reflexiones que, en medio de las clases y en el cumplimiento de los contenidos temáticos, con seguridad los profes vienen, venimos, haciendo, les permitirán a nuestros estudiantes recordar esto más adelante como una de las grandes lecciones que tuvieron. Es probable que muchos ni se acuerden de que el símbolo del cobre es Cu, o que la capital de Bélgica es la bella Bruselas, o que la moneda de Irak es el dinar iraquí, o que el autor de Hamlet, príncipe de Dinamarca es una tragedia que escribió Shakespeare, o que la Constitución Política de Colombia tiene un preámbulo, 13 títulos, 380 artículos y 67 artículos transitorios… y todavía más es probable que olviden sobre qué era su último examen… Quizás olviden todo eso y mucho más. Pero lo que con seguridad evocarán –y les contarán a sus hijos- es el haber pasado y sufrido las pesadumbres y dolores de lo que significó para ellos esta pandemia; pero también de cómo se volvieron a encontrar con sus propias familias y comenzaron a mirarlos con otros ojos, a ponerles cuidado a las eternas historias de sus viejos y de cómo ellos se hicieron ciudadanos en medio de las incertidumbres. Y las compararán y caerán en la cuenta de que la vida es lo mejor que tenemos.
Yo creo que los profesores aprendemos esta gran lección en compañía de nuestros estudiantes, que son el soporte, nuestra máxima aspiración a continuar siendo lo que somos, a buscar cada día mejores maneras de cómo hacer más digna esta profesión y este oficio. Los profes, de escueles, colegios y universidades, nos estamos preguntando con los estudiantes, si esta lección aprendida nos permitirá diseñar una metamorfosis de nuestras sociedades que reduzca las desigualdades e inequidades, y que les garantice a los más vulnerables condiciones de vida decentes y dignas.
Los profes nos estamos preguntando con nuestros estudiantes, si con las ciencias, que son el resultado de un sinnúmero de controversias, de hipótesis, de experimentaciones, de errores, de fracasos, podremos diseñar cómo transformar estas sociedades que todos hemos construido y que han tenido como eje un equivocado paradigma de que somos el centro del universo, y pensaremos de aquí en adelante en tener total respeto por la vida misma y la naturaleza. O si, por el contrario, continuaremos caminando impertérritos y soberbios hacia la sima de una próxima pandemia, de un próximo colapso climático, de una próxima crisis financiera.
Me parece que los esfuerzos financieros de todos en el mundo son inconmensurables con el propósito de contener la pandemia. Creo que estamos aprendiendo que los gastos en salud pública, en ciencia y tecnología, en educación, en investigación, pensados, ahora sí con mayor seriedad, son inversiones necesarias y, además, urgentes.
Estas reflexiones forman parte del ser profe. Y con los estudiantes, de quienes aprendemos a dignificar esta profesión y oficio, reafirmamos la vida como valor supremo. Por esta magnífica razón, y de profesor a profesor, va un abrazo grande y fuerte.
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