En pleno siglo XXI, con el avance rápido y hasta desmesurado de las tecnologías de la comunicación, que deberían facilitar la difusión del conocimiento científico y generar interés por los temas de la productividad, no se logra entender por qué no hay mayor inversión en las investigaciones científicas, y sí muy escasas políticas públicas hechas por los gobiernos. Es indudable que el conocimiento que se produce en las universidades es un elemento sustantivo para el desarrollo de una nación y de un país, sobre todo para el desarrollo económico.
Quizás convenga recordar que entre 1750 y 1900 la tecnología y el capitalismo le dieron paso a una civilización de carácter mundial. Lo hicieron a una velocidad impresionante. Este hecho conllevó que los avances técnicos se convirtieran en lo que se conoce como la Revolución Industrial, y que el capitalismo, pasara a ser una Sociedad Capitalista.
Lo que sucedió en aquel período, con este cambio radical, fue la transformación del concepto de conocimiento. Antes se le entendía como referente al ser, digamos que era una postura meramente filosófica, algo así como un bien privado; y luego, rápidamente, vimos que el conocimiento comenzó a tener que ver con el hacer, lo que permitió que se concibiera como un bien público. Esto implicó que el conocimiento se volviera el factor más importante en el sistema de producción. Hasta hace poco decíamos que teníamos una economía del conocimiento; y si no se hubiera repensado el concepto del significado del conocimiento que se dio en la década del 1700, la Revolución Industrial y el Capitalismo no se hubieran podido convertir en una pandemia social.
Al principio el conocimiento se aplicó al diseño de herramientas y productos, lo que generó la Revolución Industrial; luego se aplicó al trabajo y se habló de la revolución de la productividad; y hoy se habla de que el conocimiento se aplica al mismo conocimiento, por lo que hay que administrarlo. Es lo que Peter Drucker denominó como la Revolución de la administración. Hoy hablamos de Sociedad del Conocimiento. Lo que conlleva el significado del conocimiento es la transformación de la sociedad misma y de la economía. Y es indudable que el conocimiento formal es quizás el recurso personal más importante y un recurso económico fundamental. Desde esta perspectiva, el conocimiento se vuelve un servicio útil y público, y un medio trascendental para lograr cambios en lo social y en lo económico.
En este sentido, y desde la óptica de P. Drucker cuando se refiere a la administración del conocimiento lo que le aprendemos consiste en que se provee el conocimiento adecuado para saber cuál es la mejor manera para aplicar el conocimiento que existe con el propósito de lograr resultados. Vale aclarar que no se trata de un asunto de jerarquías y de poder. Quien lo administra es el responsable de su aplicación y de su rendimiento. De ahí que todas las investigaciones que se dan en la educación superior deben ser administradas. A mi juicio, los investigadores deben aprender a administrar el conocimiento que generan. Y deben aprender a responder preguntas como ¿cuáles son los fines de las disciplinas?, ¿cuáles los de las ciencias?, ¿qué focos específicos son importantes para solucionar los problemas de la humanidad?, ¿cómo están produciendo sus conocimientos?, ¿qué territorios del conocimiento ignoran?, y que ¿retos y desafíos no pueden soslayar?, entre muchas otras.
Los poseedores del conocimiento, es decir, los investigadores y los administradores del mismo, debemos saber que el mundo, con todos sus grandes problemas, tiene que ver con la forma y el contenido del conocimiento, al igual que con su significado. Es una inmensa responsabilidad la que tenemos. La pregunta es si la estamos cumpliendo.