“Un parlamento y un gobierno, según el orden y el método de la ciencia, debería ser compuesto por educadores, economistas, urbanistas, higienistas, juristas, etc., o sea verdaderos estudiosos, tanto teóricos como prácticos de las funciones sociales y, en cambio, vemos que en el parlamento y en el gobierno las nueve décimas partes de los hombres carecen de preparación y no reconocen seriamente los valores científicos”. Adriano Olivetti.
Se ha afirmado que la ciudad es una de las mayores creaciones del hombre. Afirmación difícil de cuestionar. A través de la historia, las ciudades han brindado al hombre grandes posibilidades para su desarrollo. Toda ciudad es un ente de gran vitalidad y gran dinámica, en mayor o menor grado; dependiendo, claro está, de las situaciones económicas, políticas, sociales, etc., de las diferentes regiones donde se ubican dichas ciudades. El esfuerzo y la inventiva que ha tenido el hombre a través de la historia, han sido fundamentales para que pequeñas, medianas y grandes urbes ofrezcan alternativas de progreso y desarrollo del ser humano.
La naturaleza nos ha regalado grandes espacios, hermosos volúmenes representados en colinas, cerros, grandes montañas y una variedad infinita de colores, elementos anhelados por muchos asentamientos humanos. Las montañas cercanas y lejanas, no creadas por el hombre, conforman la belleza paisajística y vienen a ser el tesoro más grande que poseemos en términos de desarrollo físico-urbano.
Existe una legislación clara y categórica para proteger la Avenida Doce de Octubre en su recorrido total, con prolongación por la Avenida Centenario hasta inmediaciones de la Estación Uribe, para evitar construcción alguna en el costado occidental o margen derecha, descendiendo; protegiendo así el paisaje infinito, de gran belleza, que se abre a nuestros ojos. Existen tres o cuatro adefesios que debieron desaparecer, ser demolidos, hace mucho tiempo. La naturaleza es sagrada. En la misma forma debería existir una normativa drástica para otros sectores de la ciudad.
El deterioro del espacio, el deterioro visual, el deterioro paisajístico , que se está llevando a cabo sobre la Avenida Alberto Mendoza Hoyos, en su recorrido desde el Batallón Ayacucho hasta inmediaciones del Bosque Popular, en su margen derecha descendiendo, es todo un ultraje a nuestra hermosa ciudad y una gran afrenta a sus habitantes. Es todo un sacrilegio. Los edificios que allí se están levantando son verdaderamente agresivos. Son de una contaminación visual indescriptible. Son pantallas que en el futuro formaran jaulas donde todos estaremos limitados en nuestro desarrollo físico y mental. ¿Dónde está quedando la riqueza natural-paisajística de la cual nos sentimos orgullosos y que cualquier asentamiento humano envidiaría?
Autoridades: necesitamos urgentemente poner freno a este deterioro. Sí se puede. Únicamente falta conciencia administrativa urbana. El ejemplo más claro y reciente es el de Cartagena. Las autoridades y la población en general han hecho respetar su patrimonio creado por el hombre, como son sus murallas, al ordenar la demolición del edificio Aquarela que afecta visualmente dicho tesoro y que ha puesto en entredicho la posición de la UNESCO al respecto. Pregunto a las autoridades: ¿cuál patrimonio es más valioso, el nuestro llamado naturaleza, o el creado por el hombre llamado murallas? Queda la inquietud.
Hago un llamado muy especial a la Sociedad de Arquitectos, a la Sociedad de Ingenieros, a la Cámara de Comercio de la ciudad, a la Corporación Cívica, a otras instituciones y a la población en general, para hacer un frente común en defensa de los valores estéticos – paisajísticos que nos ha otorgado la naturaleza; porque de lo contrario, tendremos mediocridad, fealdad física-urbana por todas partes. No habrá carácter de ciudad, no habrá belleza; belleza, considerada por muchos pensadores como la máxima verdad del hombre.
Son muchísimas las dolencias en el desarrollo físico-urbano de nuestra ciudad. La problemática es extensa y compleja. Solamente el tiempo dará las soluciones siempre y cuando los politiqueros de turno, se conviertan en verdaderos políticos y administradores que puedan despojarse de rencillas, de odios, de egolatría, de intereses personales y partidistas, y con una conciencia pulcra lleven a cabo los compromisos y obligaciones para lograr el funcionamiento y el desarrollo futuro que nuestra ciudad demanda y a la cual debemos el orgullo de vivir en ella.
Fundamental en el desarrollo de todas nuestras actividades son las enseñanzas que nos han dejado los pensadores universales; no para ser olvidadas a pesar del paso del tiempo, sino para revisarlas permanentemente, para que la historia no se convierta en un documento falso y obsoleto, sino en verdaderas realidades.
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