Este año en mayo se volvió reunir, después del receso obligado de la pandemia, el Foro de Davos, (la ciudad situada a más altura de Europa, 1.560 mts). Durante 50 años en el pequeño pueblo suizo se han congregado los más importantes líderes de empresas, gobiernos, medios de comunicación, líderes juveniles, organizaciones internacionales, la sociedad civil y el mundo académico para hablar sobre los temas más urgentes del devenir político, social y económico de la humanidad.
Bajo los signos de la crisis derivada del Covid y con el telón de fondo de una guerra que parecía imposible entre Rusia y Ucrania, esta reunión cobró una inusitada importancia. La cumbre ha llegado en un momento crucial desde el punto de vista geopolítico y económico y con el mundo sujeto a retos inmensos en materia humanitaria, energética y seguridad, y sin poder soslayar a largo plazo, los desafíos sobre transformaciones institucionales, alimentación, descarbonización del planeta y cambio climático.
Las deliberaciones se organizaron en torno a tres temas: 1) Impulsar la cooperación global y regional; 2) Asegurar la cooperación económica y construir una nueva era de crecimiento; 3) Construir sociedades sanas y equitativas; 4) Salvaguardar el clima, la alimentación y la naturaleza; 5) Impulsar la transformación de la industria; 6) Aprovechar el poder de la cuarta revolución industrial.
Uno de los aspectos más relevantes de la discusión tuvo que ver con los riesgos a los que se enfrenta la humanidad hoy y en el futuro inmediato. Las discusiones en perspectiva de riesgos y amenazas globales se asumieron con una visión económica, medioambiental, geopolítica, social y tecnológica. De aquí se derivaron y se identificaron luego las más importantes preocupaciones mundiales en nuevas tipologías de riesgo: confrontaciones geoeconómicas, desorden en la transición climática, barreras de emigración, el agolpamiento y competencia del espacio, dependencia digital y ciber vulnerabilidades.
En el plano sociológico, los daños a la salud humana derivados de la contaminación, son un riesgo inminente vinculado a los problemas de carácter medioambiental. Dice el informe que “la falta de reglas a escala internacional, la ausencia de patrones, los comportamientos egoístas…llevan a este asunto a una de las peores expresiones de riego grave e inmediato”. Recuérdese el contexto pandémico y la consecuente falta de vacunas en los países pobres.
El desorden en la transición climática es otro problema frente al cual cada país actúa a su manera y los que más contaminan, China y Estados Unidos no acaban de asumir sus responsabilidades.
La carencia de reglas globales para el manejo de la transición climática y el deterioro de las organizaciones multilaterales tal como se evidenció en la administración de la pandemia, ha convertido este asunto en una de las peores expresiones de riesgo por su impacto potencial y su inminencia.
Descontadas muchas de las tipologías de riesgos, el documento señala aquellas que más han empeorado en los últimos tiempos: la erosión de la cohesión social, la crisis de subsistencia, el fracaso de la acción climática, el deterioro de la salud mental, el clima extremo, la crisis de la deuda, el fracaso de la ciberseguridad, las enfermedades infecciosas, la desigualdad digital, la reacción negativa a la ciencia, la pérdida de biodiversidad y la confrontación geoeconómica.
Los elementos de gobernanza legal de acuerdo con el informe están fallando frente a cuestiones tan importantes como la inteligencia artificial, la explotación del espacio, los ciberataques y los problemas de desinformación transfronteriza, la migración y los refugiados, la preservación de la biodiversidad y los desastres naturales.
Poca atención hemos puesto los colombianos a las deliberaciones, informes y conclusiones del Foro de Davos. Lo justifica en parte el hecho de estar casi todos inmersos en esta extraña, escandalosa y desapacible campaña electoral. Sin embargo, los riesgos y amenazas también son nuestros, y la respuesta no puede ser, entre otras, la peregrina e irresponsable idea de cerrar embajadas cuando lo que necesitamos es una diplomacia robusta, competente, ajena a los manejos clientelistas y dispuesta a participar con solvencia en estos escenarios donde se juega el destino de la humanidad.
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