“En Colombia no habrá revolución, pero toca hacer reformas” afirmó en una entrevista reciente el académico, historiador y colombianista inglés, fundador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Oxford, Malcolm Deas. Lo dijo al hablar sobre diferentes aspectos de la democracia e institucionalidad colombianas y la actual crisis del Gobierno Nacional derivada de las todavía vigentes protestas sociales.
Armando Montenegro, director de Planeación Nacional del gobierno de César Gaviria, en declaraciones para un noticiero de televisión con relación a la nueva reforma tributaria que se está cocinando en los mismos cenáculos de siempre, afirmó que por lo que se ve, la iniciativa no va a solucionar suficientemente las angustias fiscales del Estado porque de nuevo el país no le está apostando a una propuesta verdaderamente estructural por causa, entre otras cosas, del bloqueo institucional que padecemos hace mucho tiempo.
Bloqueo institucional que se manifiesta en la absoluta incapacidad del sistema político colombiano de identificar y gestionar oportuna y eficazmente los intereses colectivos de los asociados que no son otros que los de superar los problemas de desempleo, pobreza, desigualdad, inseguridad, violencia, atraso económico y falta de oportunidades en particular para mujeres y jóvenes.
Ahora que andamos en ambiente electoral no veo que a ningún candidato presidencial se le haya ocurrido la idea explícita de asumir en serio la tarea ingrata de proponer lo que alguien llamó reformas irreversibles para evitar la revuelta permanente, la insurrección revolucionaria o el salto al vacío del que se habla ahora en Perú.
Las protestas sociales que duran ya más de 40 días tienen un profundo sustrato de descontento y frustración y al mismo tiempo no logran definirse con claridad ni sus demandas ni sus liderazgos. Pareciera que los manifestantes quisieran destruirlo todo o cambiarlo todo: el Congreso, el Presidente, la Policía, el Esmad, las EPS, la Fiscalía, los bancos, las oficinas públicas, las grandes superficies, los partidos políticos…
Y tampoco ve uno al presidente Duque y al Congreso en la tarea de asimilar el pálpito de los acontecimientos y emprender el ejercicio de un liderazgo fuerte, convocante y democrático que pacte salidas efectivas a la crisis. Los reclamos de la gente tienen que ver con reformas muy serias al Sistema Político para, entre otras cosas, profundizar la democracia, inhibir la corrupción, recuperar el equilibrio de poderes y garantizar un idóneo modelo de representación de intereses para todos los componentes de la estructura social.
Esta reforma es la base sobre la cual se podría construir un Estado más eficiente en materia de la provisión de bienes y servicios, empezando por la justicia, la seguridad interna y externa, la protección a la vida, el crecimiento económico con redistribución del ingreso, el cierre de brechas entre lo rural y lo urbano, la garantía del orden en todo el territorio con autonomía real de las entidades subnacionales y las oportunidades para todos.
Colombia ha sido tradicionalmente un país refractario a las reformas; los conflictos y tensiones surgidos de las transformaciones sociales no han tenido una oportuna respuesta con un marco institucional adecuado y pertinente.
El conflicto agrario y el reordenamiento territorial, por ejemplo, que son el origen de muchas de nuestras violencias no han sido abordados de manera concluyente y las reformas cuando se han intentado, han quedado a medio camino. Instituciones como la justicia reclaman cambios urgentes de cara al país y nos tras bambalinas como se pretende ahora con una que está en curso, llena de micos, y que no toca en lo esencial, como las anteriores. La ineficiencia de nuestro sistema de justicia tremendamente desprestigiado (así lo dicen las últimas encuestas conocidas).
¿Existen los liderazgos excepcionales en la cabeza del Ejecutivo y el Congreso para responder a estas urgencias? Parece que no. ¿Será necesario entonces buscar caminos distintos para acordar un nuevo contrato social que nos saque de esta crispación y de esta desesperanza?: ¿Una constituyente, un referéndum, una consulta popular como lo propuso hace algunos días el exprocurador Fernando Carrillo?
El bloqueo institucional nos está haciendo más daño que el de las carreteras; si no logramos removerlo pronto a partir de un gran acuerdo nacional que nos convoque a todos, “Colombia seguirá en un perverso juego de suma cero, en el que mientras los extremos tensan la cuerda, la derrotada es la sociedad”, según nos lo recuerda el mismo Dr. Fernando Carrillo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015