Cuenta la historia que había un leñador descontento con su suerte a quien Júpiter le concedió tres deseos.
Él se puso feliz, lo compartió con la esposa y ambos se pusieron a pensar qué debían pedir.
En su ligereza ella dijo: “Ahora qué bien nos caería un trozo de morcilla” y ve con asombro una larga morcilla que se le acercaba.
Se atizó un altercado entre ambos y él gritó: “Ojalá, mujer tonta, que esa morcilla colgase de la punta de tu nariz”, y así sucedió.
Pues bien, amigo lector ya puedes adivinar cuál es el final de esta fábula del escritor Perrault:
Tras una larga pelea y un parloteo inútil, la mujer se liberó de la morcilla con el último deseo y ambos siguieron su vida igual.
Por eso es de sabios meditar en los males de la inconformidad y la ligereza al pensar y al hablar.
El poder de los pensamientos y de las palabras es superlativo. Es creador de la realidad. Somos lo que pensamos.
@gonzalogallog
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