Alégrate si hoy tomas esta sabia decisión: “Nunca más intentaré cambiar o controlar a los demás”.
Así te evitarás una gran cantidad de conflictos inútiles que brotan del ego sin amor, sin humildad y desconectado de Dios.
El prurito de controlar a los otros o cambiarlos es un mezquino acto de soberbia, de egoísmo y falta de respeto.
Cada quien es libre para seguir su camino, pero el egoísta pretende que los demás hagan lo que él impone.
Aun hoy en día hay quienes fracasan en la carrera o el matrimonio que sus padres les cargan encima.
Ámate, valórate y sigue tu corazón como lo hicieron Julio Verne, Schumann y Chaicovsky en contra de unos padres dominantes.
Amar es respetar a los otros y aceptar que ellos deben seguir su proceso, aunque se equivoquen.
Nadie aprende sin errores y Dios nos dio libertad para cometerlos, corregir y mejorar. Deja de controlar.
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