Dos aportaciones americanas a la dieta europea, el maíz y las patatas, han sido fundamentales para la economía y la alimentación humanas.
Una tercera, el sabroso y nutritivo tomate, lo ha sido igualmente desde el punto de vista culinario y gastronómico.
Hasta tal punto que dos de las más ricas gastronomías mediterráneas, la española y la italiana, parecen casi haber nacido con él.
En un principio, el tomate se valoró más como planta ornamental que como alimento. Tuvo que luchar con una fama nada merecida: la de afrodisíaco.
Quizá por esa fama los franceses bautizaron inicialmente al tomate como pomme d’amour o manzana de amor.
Los italianos le llamaron poma d’oro, manzana de oro o pomodoro. Los alemanes lo llamaron Paradisapfel o manzana del Paraíso. Estas son algunas propiedades:
Alto contenido en licopeno, antioxidante que ayuda a prevenir el cáncer de próstata, bueno para la hipertensión arterial y rico en fibra, y más si se come con su piel
El tomate cuenta con gran cantidad de vitaminas B, C y A, y minerales como potasio, fósforo, magnesio y calcio. Ayuda a la digestión.
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