Alégrate si aceptas que tu mente o tu fría razón no pueden definir a Dios, que no puedes apresarlo en palabras ni comprenderlo.
No intentes hacerte un diosecito que se amolda a tus deseos, tus necesidades o tus caprichos egoístas o veleidosos y a quien manejas con rezos o diezmos.
Dios es inasible, inefable, inaccesible, inabarcable, no ese diosito de los credos a quien se compra o se aplaca con el culto.
De hecho él, porque es Dios, no necesita ningún culto, ni ceremonias, ni diezmos, ni adoraciones. Eso solo lo precisan las religiones para poder existir.
Lo que se dice de Dios son puras especulaciones de la mente humana sea que eso se denomine teología o filosofía.
Acaso lo más cercano que puedes decir de Dios es que es amor, verdad, paz o luz. Palabras que no lo definen.
Dices que es amor, pero ¿de qué amor se habla cuando es la palabra que más se manosea, que más se usa y de la que más se abusa?
Sé humilde y acepta que Dios está mucho más allá de un entendimiento humano habitualmente tan soberbio y tan racional. La ciencia que todo lo quiere medir, no sabe qué es el amor, ¿cómo va a saber quién es Dios?
Hace siglos en Bizancio fueron sabios cuando pensaron: Solo puedes decir cómo no es Dios; nunca cómo es.
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