Radamel Falcao, hoy de 32 años, pensó dejar el fútbol hace tres años por una grave lesión, pero hoy celebra una segunda juventud.
En enero de 2014, en la Liga Francesa, una dura entrada de un jugador le provocó graves daños en un ligamento de la rodilla izquierda.
Ese percance le obligó a perderse el Mundial de Brasil, y su regreso a los terrenos de juego fue un calvario de dos temporadas. Dice:
“Pasé momentos difíciles después de mi operación y pensé en abandonar pero logré seguir adelante y mantener esperanza en el futuro”.
Le fue mal en Inglaterra pero el año anterior lideró el campeonato del Mónaco y este año es el primer goleador de Francia.
Sigue agradeciendo al cielo cada gol que anota, un gesto de gratitud que los hinchas de Francia y Colombia conocen al dedillo.
Falcao es un ejemplo de fe, caballerosidad, constancia y buenas maneras. Es lo que se llama un jugador integral: Sabe jugar y algo mejor: sabe vivir.
Un buen espejo de cómo hay que actuar y de la paciencia, el coraje y la resiliencia que convierten aparentes fracasos en memorables victorias.
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