Si te dedicas a analizar y mejorar tu lenguaje notarás cambios muy positivos en tu modo de pensar y de vivir, en tu actitud.
Los ejemplos abundan, como este: “Me duele la cabeza”. Lo correcto es decir: “Yo hago doler mi cabeza”, o sea, es mi responsabilidad.
Otro: “Se me fueron los frenos”, cuando debes reconocer: “Yo no fui cuidadoso con los frenos y por eso fallaron”.
Casi siempre usamos un lenguaje que nos sirve para eludir nuestra responsabilidad como al decir: “A uno se le olvida”, cuando lo apropiado es decir “yo lo olvidé …”.
Las expresiones fue que, es que y se me, son un reflejo de eso y si las evitas te apersonas y dejas de lado las excusas.
Dices “es que se me cayó” cuando debes decir “Yo lo dejé caer”; afirmas “fue que se me rompió” en lugar de reconocer: “Yo lo rompí”.
Dile a alguien “recuerda eso” en lugar de decir “no lo olvides”. Di “tengo una casa y un carro” no empequeñezcas la vida diciendo casita y carrito.
Di “voy a trotar” en lugar de afirmar “Yo trotaría”. Di “nunca” en lugar de mentir diciendo “un día de estos”. Eres lo que piensas y dices porque eso crea tu actitud.
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