En 1637 en Holanda muchos sufrieron estrepitosas quiebras económicas causadas por lo que llaman una “burbuja económica”.
Desde 1620 el tulipán había ido cotizándose de un modo exagerado con transacciones alocadas en todo el país.
La gente vendía sus propiedades para comprar bulbos raros de esa flor y la locura se desató de un modo incontrolado.
Las flores que, incluso aún no existían, alcanzaron precios exorbitantes y millares de personas perdieron todo cuando ese mal llegó a su fin.
Los holandeses, sin embargo, cambiaron el rumbo del mercado y comenzaron a exportar fuera de sus fronteras las flores.
Les habían dado alegrías y quebraderos de cabeza, y comenzaron a recuperarse convirtiéndose Holanda en el principal exportador mundial de flores.
Sanearon su maltrecha economía y aún hoy en día siguen cultivando miles de hectáreas de esta colorida y simbólica flor llamada tulipán.
La llamada tulipomanía enseñó a muchos a ser cautos, a dejar la ambición y a aprender lo que enseña un dicho sabio: “De eso tan bueno no dan tanto…”.
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