Somos el fruto de un sistema de creencias que nos mueven a hacer cosas innecesarias o, incluso, dañinas.
La hija menor de Roberto vivía en Europa, y trascendió al ser atropellada por una moto que subió a un andén.
En su modo de ver la muerte y de vivir un duelo, él pagó 22 millones de pesos para expatriar el cuerpo.
Lo llevó al cementerio y a ese lugar de muerte van él y su esposa cada domingo “a visitar a nuestra hija”.
Con otro enfoque en la muerte podían haber enterrado el cadáver en Europa y evitarse ir cada domingo a un cementerio.
Allí no pueden visitar a su hija ya aunque se sientan acaso bien por ir, es dañino porque siguen conectados con la muerte.
¡Ay! Tantas creencias sin sentido. Un ser deja su cuerpo que es el que muere, y los humanos se aferran a él y a las pertenencias.
Se “ama” con apegos dependientes que son sufrientes y muchos. No hay muertos y la vida sigue. ¿Lo crees de verdad?
@gonzalogallog
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