Este es un ejercicio sanador y liberador: Sentado y con las manos sobre los muslos, cierra los ojos y respira un buen rato.
Enfoca la mente en el acto de inhalar y exhalar, y deja que se vayan los pensamientos que llegan.
Ya en un estado más sereno relaja tu cuerpo de pies a cabeza, órgano por órgano sin premura. Así ganas más paz.
Da gracias a Dios que mora en ti por su ayuda y afirma: “Gracias, con este ejercicio sano heridas emocionales y suelto lo negativo”.
Orienta tu cabeza y tu cuerpo hacia la izquierda, visualiza allí a tu madre y le dices de todo corazón:
“Mamá, gracias por darme la vida. Comprendo que me diste o me das lo que puedes atrapada en tu dura realidad.
Te comprendo sin odios o rencores o culpas, te perdono y te doy mi amor”. Dobla el cuerpo hacia ella y le dices: “Mamá te honro y te pongo en el lugar de madre”.
Con el cuerpo orientado hacia la derecha dile lo mismo a tu padre aunque no te haya criado. Date este gran regalo.
@gonzalogallog
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