Visualiza una sequía, un gigantesco baobab o una ceiba centenaria con tres grandes ramas y siente que así debe ser tu fe: 3 en 1:
Fe firme en Dios, fe recia en ti, fe poderosa en los demás, aunque algunos fallen. ¿Cómo fortalecer esa fe?
Es como un músculo que pide ejercicios constantes. Necesitas entrar cada día al “Gimnasio del alma” y repetir sin tregua:
Dios mío, en ti confío. Padre, eres mi fortaleza. Señor, creo en ti y creo en mí y en los demás. Mi fe cada día es más fuerte.
Jesús, eres mi Buen Pastor y nada temo porque siempre estás conmigo. Creo y mis temores se desvanecen.
Dios mío, eres mi baluarte y mi escudo. Señor, contigo me siento seguro. Creo y las dudas se diluyen.
Mi fe echa raíces y resisto un recio temporal. Dios, eres el capitán y llevas mi barco a un buen puerto. Padre, gracias, te amo y me amas.
Cuida tu fe con breves oraciones, sintonía constante con Dios, buenas lecturas, meditación, cantos espirituales.
De los 1.440 minutos del día dedica al menos 30 a tu ser y tu alma. Cuanto más fuertes son tu amor y tu fe, más débiles son tus miedos.
@gonzalogallog
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