El departamento de Caldas, así haya crecido en su PIB el 10,9% en 2021 respecto al 2020 cuando decreció más del -4% como consecuencia de la pandemia, y aunque su capital Manizales aún mantiene la tasa de desempleo abril-junio de 2022 en dos dígitos (10,4%) contra un 11,5% del nivel nacional, debe enfrentar múltiples problemáticas sociales, ambientales y económicas, entre ellas la pobreza, la informalidad laboral, la seguridad alimentaria, y la adaptación al cambio climático, por sus amenazas hidrogeológicas, como inundaciones y deslizamientos que se traducen en desgracias como la que enfrenta Supía y en cierre de vías. Aunque la economía caldense es la mayor entre los departamentos del Eje Cafetero, una expresión generalizada de la pobreza rural es la inseguridad alimentaria.
Si de la población que ya debe acercarse al millón de habitantes en el departamento de Caldas, lo que equivale al 2,1% del total nacional, cerca de 750 mil personas habitan las cabeceras donde Manizales aporta 440 mil de su área urbana, 240 mil caldenses viven en las zonas rurales del departamento incluidos 51 mil indígenas que viven en resguardos. Allí, donde las necesidades pasan por el acceso a la tierra ya que el Gini promedio de la propiedad en la ecorregión cafetera supera el 0,7, se reclama la focalización de políticas y programas para reducir la pobreza, implementando estrategias de Ciencia y Tecnología imbricadas con la Cultura para cerrar la brecha de productividad e ingresos.
Y así la pobreza multidimensional en Caldas haya caído entre 2012 y 2019 al pasar del 23% al 14,3%, se deben mirar la diversidad de estrategias de los hogares, la dotación de activos y el contexto de vulnerabilidad como también las estructuras y procesos de crecimiento que las afecta, ya que la proporción de personas en miseria por necesidades básicas insatisfechas NBI en el departamento supera 6,7 veces las de los medios rurales de las cabeceras. Como referente, el principal indicador en NBI para Caldas, es la independencia económica que tiene mayor incidencia en Norcasia y Samaná, seguido del alto hacinamiento en Marmato, Belalcázar y Riosucio.
Además, cabe señalar que, si entre 2010 y 2019 el empleo en Caldas había crecido al pasar de 373 mil a 415 mil personas ocupadas, con la pandemia en 2020 descendió a 388 mil empleados mostrando una brecha de género, pues se observó un efecto diferencial negativo sobre las mujeres, ya que mientras en los hombres la tasa de ocupación cayó 4,2% en las mujeres caldenses varió 10,1% según el DANE. Si en los medios urbanos la situación en 2020 afectó las industrias manufactureras cuya participación en el PIB departamental es del 12,4%, también se afectó el sector rural de Caldas que con igual participación en el PIB genera un poco más del 20% del empleo en el sector de agricultura, ganadería, silvicultura y pesca.
Y para hacer de Caldas una región sostenible y resiliente, además de desarrollar habilidades y capacidades adaptativas a los ritmos que impone el entorno, tal cual lo señala el Plan de Desarrollo 2020-2023 “Unidos por Caldas”, además del conocimiento del riesgo de desastres por fenómenos hidro-climatológicos, socio naturales, tecnológicos y biológicos, para que no se repitan desastres como el de Supia que se había visualizado por el IDEA-U.N. en 2021, se requieren acciones tales como recuperar áreas protegidas, la defensa del agua y los ecosistemas, e incorporar la gestión del riesgo para intervenir las condiciones de amenaza y vulnerabilidad.
Como ejemplo, La Dorada, donde urge dragar el Magdalena para recuperar su capacidad hidráulica previniendo la socavación de orillas del río y frecuentes inundaciones como en 2011 y 2017, que afectan los barrios Corea, Las Delicias, El Conejo y Bucamba. Si en el flanco oriental de la cordillera Central se localizan los sectores más lluviosos de Caldas con registros que superan 3.000 mm anuales, la principal amenaza por el cambio climático se relaciona con los mayores incrementos en precipitaciones de Colombia, desencadenado con ello una amenaza por cuantías que llegarán al 20% en 2040, al 30% en 2070 y al 40% en 2100 -según el IDEAM-, la que se dará sobre el piedemonte cordillerano entre Villamaría y Salamina donde hemos arrasado los bosques de niebla.
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