El presidente chino Xi Jinping, al proclamar el pasado miércoles “una nueva era” para China durante la instalación del XIX Congreso del Partido Comunista PCCh que regenta el poder, fija como prioridad en el ámbito exterior consolidar el país como la nueva gran potencia económica y militar. Tras señalar como logros alcanzados una economía que crece cerca del 7% anual y representa ahora el 30% del PIB mundial, donde 60 millones de chinos han salido de la pobreza y la reforma del ejército ha sido un éxito, también advierte en el magno evento político que nombrará a los dirigentes del país para el próximo lustro con él al frente, que no habrá lugar para la disidencia: la religión deberá “tener una orientación china”; la dirección de la cultura estará “determinada por la ideología”; y los escritores y artistas deberán producir obras para estimular el intelecto que exalten “nuestro partido, nuestro país, nuestra gente y nuestros héroes”. Finalmente, prometió no tolerar el separatismo, en una clara advertencia a Taiwán, la isla que China considera parte de su territorio.
En el país de la Gran Muralla, la República que desde su fundación en 1949 hasta finales de 1978 mantenía una economía planificada, ahora con 1.300 millones de habitantes cuyo percápita de U$12.800, y con una tasa de desempleo del 4,3% en 2016, es la primera potencia económica por PIB del mundo, pese a que el gobierno domina sectores estratégicos como la producción de energía y la industria pesada. Lo anterior, ha ocurrido tras el ocaso de la Revolución Cultural de Mao Tse-tung (1893-1976) dando paso a las reformas de Deng Xiaoping (1904-1997), quien acomete las “cuatro modernizaciones” (agrícola, industrial, científico-técnica y de defensa), desmantela las granjas colectivas y cambia el modelo económico similar al de la Unión Soviética en el que la tierra era del Estado, para privatizarla y buscar como objetivo el comercio exterior, al tiempo que desmonta la economía mixta precedente para darle paso a empresas privadas que sin controlar el mercado logren su expansión bajo el control de un Estado en manos de un solo partido.
Ahora que China está creciendo con tendencia a la baja, al pasar del 10,6% en 2010 al 6,7% en 2016 como consecuencia de la crisis económica mundial que comenzó en 2008, lo que provocó que millones de trabajadores del gigante asiático perdieran su trabajo por la caída vertiginosa a nivel global de la demanda de productos chinos, el desafío es lograr un modelo de industrialización más limpio para dar respuesta al enorme daño ocasionado al medio ambiente, corregir la creciente brecha de ingresos dispares, reducir el índice de Gini que en 2016 era del 0,46, lograr un crecimiento económico más estable y sostenible mediante el fomento de la investigación hacia la productividad y la innovación, y hacer de la demanda interna el principal motor de crecimiento económico en lugar de las exportaciones y de la inversión fija, así se tenga previsto que para 2022 la economía se ralentice al 5,7%.
Sabemos que la pobreza ya no es solo un problema de las regiones en vía de desarrollo, puesto que según la Organización Internacional del Trabajo, desde 2012 más de 300 millones de personas en los países desarrollados vivían en la pobreza. Así mismo, en China el Índice de Desarrollo Humano IDH varía considerablemente de una región a otra; por ejemplo, mientras Hong Kong por el IDH ocupa el lugar 12, China aparece en el puesto 90, en razón a las grandes asimetrías de desarrollo humano entre las provincias, caso Gansu con 0,689 y Fujian con 0,758 de IDH, que contrastan con Beijing cuyo IDH de 0,869 corresponde a un país de desarrollo humano muy alto. Pese a lo anterior, China e India, tras haber logrado acelerar su crecimiento gracias a una inversión extranjera directa que no tuvieron otros países, pudieron abordar los desafíos del desarrollo humano al reducir la pobreza, mejorar los resultados de salud y ampliar el acceso a los servicios sociales básicos, también gracias a China la tasa de pobreza extrema en Asia oriental pudo reducirse del 60 por ciento en 1990, al 3,5% en 2013.
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