Cuando empezó la pandemia y nos encerraron, las noticias eran de un planeta que hacía fiestas porque esta plaga humana se había guardado. También nos vendieron la idea de una humanidad renacida, resiliente que había reflexionado sus culpas, que ahora era más solidaria y empática.
Pero después de un año, la realidad me ha mostrado otra cosa, que ni siquiera es lo mismo de siempre, sino peor. Los abrazos siguen guardados en los armarios, el temor de que alguien se nos acerque va en aumento con el distanciamiento social que te hace ser menos solidario. Hasta en el ascensor, no quieres estar con nadie, prefieres decir: “espere, ya se lo mando”, a estar cerca de otro ser humano.
El recrudecimiento de la violencia intrafamiliar y los feminicidios fueron otra pandemia. El gobierno ha reconocido esta enfermedad: “El retroceso que han tenido los derechos de las mujeres en la pandemia es dramático. Los derechos de las mujeres han sido recortados, restringidos, violentados”. Según la Fiscalía la violencia contra mujeres estuvo en segundo lugar de denuncias, después del hurto en el año 2020.
Las noticias son terribles, entre la covid, la crisis económica, la crisis humanitaria de los migrantes, las guerras, el aniquilamiento de líderes sociales, los feminicidios y la xenofobia, entre otras cosas, es la depresión total. No saben la angustia que me da ver esas familias caminando por las carreteras, con niños en brazos y saber que no les puedo decir que los llevo en mi carro y ayudarles a soliviar un poco su viaje. Debo confesarles que casi me da un infarto con el carro bomba en el Cauca y las imágenes de voladuras de oleoducto, fue un “déjà vu” que creí haber conjurado con la firma del proceso de paz.
En años anteriores se había avanzado en los supermercados con disminución de las bolsas, ahora llegan por montones con el domicilio y ni hablar de pedir comida en casa. Son cientos de bolsas, recipientes de icopor y super empacados. Y qué me dicen de las porciones individuales de mayonesa, mostaza y salsa de tomate. Ahora sí que de verdad están de moda los pitillos y los cubiertos desechables con esto de pedir a domicilio. Si seguimos con el tema, qué podemos decir de los tapabocas, ya los estoy encontrando tirados en las carreteras en las zonas rurales, no me imagino el mar de tapabocas en los océanos.
La humanidad es egoísta por naturaleza, miremos lo que ha pasado con las vacunas, los países ricos las acaparan y no hay las suficientes para los demás. Las patentes no se liberan y se siguen enriqueciendo unos pocos y creciendo la pobreza de manera exponencial.
Y ni hablar de nuestros bosques amazónicos, en el 2020 la deforestación llegó a ser de 76.200 hectáreas, casi el tamaño del departamento de Caldas (78.868). El tráfico ilegal de fauna silvestre representa 10 mil millones de dólares al año, según la ONU.
No quiero ser ave de mal agüero ni aguarles la fiesta del día de la tierra, es solo una pequeña reflexión para entender la magnitud de esta pandemia y aceptar que la raza humana no cambia de la noche a la mañana o de un año para otro.
Y con todos estos nubarrones, los rayos de sol brillan cuando veo las nuevas generaciones conscientes y trabajando por tener un mejor ambiente. Siendo responsables del consumo, como comprando ropa de segunda, cepillos de dientes de bambú y hasta haciendo sus propios jabones. También sembrando e intercambiando semillas, siendo vegetarianos y conscientes de la superpoblación del planeta.
Lo que no sé, es si demasiado tarde y muy pocos haciendo el esfuerzo, con el tiempo en contra. Solo tengo esperanza y fe de estar equivocada.
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