Ningún gobierno ha atacado los flancos que menoscaban progresivamente la hacienda pública; se trata de negligencias fiscales que vienen acentuando la crisis durante décadas; cito algunos ejemplos: Primero, cerrar la economía disparó el déficit fiscal al 18% del PIB; cierre que no coadyuvó el manejo inicial de la pandemia, ocupamos ahora el 11º lugar en muertes mundiales (78.342). Segundo, la reducción del hueco fiscal al 12% del PIB, se alivia usualmente con deuda pública interna y externa, la cual bordea el 65% del PIB (histórico), vale afirmar, estamos peligrosamente endeudados. Tercero, impericia para corregir la política cambiaria ante la creciente devaluación que golpea duramente el saldo de la deuda externa; el solo servicio de ésta, vigencia fiscal 2021, supondrá erogaciones por $853.000 millones, $2.337 MM diarios.
Cuarto, frente a tan preocupantes cifras, racional sería que la dirigencia política hubiese actuado con cautela, con suma austeridad; pero no, solo ha brillado el derroche. Relaciono algunos desangres vergonzantes e interminables que recaen sobre la hacienda pública: 279 legisladores por $336.000 MM año ($920 MM diarios); 67 carros, 4 aviones, 4 helicópteros al servicio de la Presidencia, junto a su oneroso telediario y batallón guardia presidencial; colusión del ejecutivo con algunos medios televisivos para divulgar ciertas noticias con cifras poco fundadas; 8.000 camionetas para funcionarios, con conductor, escoltas y gastos múltiples conexos, por $1,1 billones año ($3.000 MM diarios); 700 mil teléfonos celulares por $546.000 MM año ($1.496 MM diarios); JEP por $216.000 MM año; viáticos de desmovilizados por $121.000 MM; gasto militar creciente (4,4% del PIB); mermelada política por doquier; demagogia con subsidios asistencialistas; gasto incontrolado en algunas grandes alcaldías y gobernaciones, etc.
Quinto, y como si la tributación vigente no fuese suficiente, surgen sucesivos impuestos camuflados en bienes y servicios de consumo masivo: peajes, soat, energía eléctrica, gasolina, 4 por 1000, etc. Sexto, gestión poco actuante para recuperar cartera fiscal; si se recaudare una porción de ésta, se haría innecesaria otra reforma tributaria. Séptimo, mientras el legislativo y ejecutivo veneran y subsidian la banca, recae sucesiva carga tributaria sobre las empresas del sector real (tributan 71,2%); una especie de “cacería” contra el empresariado del país, resultado de la incomprensión de la clase política frente a lo que significa hacer o forjar empresa: generar empleo, adquirir tecnología, competir en los mercados, endeudarse, ganar o perder, padecer iliquidez, asumir altos riesgos, trabajar a “pleno sol” y con tesón, etc.
Octavo, reducida inversión para fortalecer y modernizar sectores claves como la salud, educación pública, agro; actividades poco respetadas, desprotegidas. El ministerio cohonesta la importación creciente de alimentos en desmedro de productores agrarios. Noveno, la corrupción campea, el más severo cáncer del país, estimada en $50 billones año, $1 billón semanal. Expuesto lo anterior, y ante tan obscuro panorama, cualquier proyecto de reforma tributaria o “transformación social con equidad” (eufemismo) amerita hundirse por arbitrario, improcedente, inoportuno, lesivo con la población y el aparato productivo; absurdo que la ANIF, luego de retirado el proyecto del congreso, proponga una reforma para levantar $13,8 billones. Injusto que la ciudadanía pague las negligencias fiscales ocasionadas por una dirigencia política desidiosa durante décadas.
Ningún partido político podrá reclamar o tratar el país como si fuere “Hacienda Colombia”, haciendo analogía a aquella “Hacienda Nicaragua” de la depuesta familia Somoza, quienes dominaron y dictaron allí por décadas. No sobra advertir la gran similitud de gobernanza que existe entre Colombia y Venezuela, identidad para discernir los asuntos fiscales, manejo indolente de la “chequera”, insensibilidad para conducir los asuntos económicos; de ahí la gran crisis fiscal, mayor pobreza y franco retroceso del país.
El híper déficit fiscal no se alivia con sucesivas reformas tributarias, no se soluciona generando más impuestos, tampoco rematando las mejores empresas industriales y comerciales del Estado. El hueco fiscal se alivia atacando la corrupción, derroche y burocracia; flagelos que, a falta de voluntad política, podrían ser refutados o combatidos por la ciudadanía a través de legítimas acciones constitucionales.
Deseable acrecer el bienestar social de cada colombiano, deseable recuperar la confianza de las instituciones, deseable un alto en el camino para un diálogo sincero y pacífico de sus fuerzas vivas en procura de un “acuerdo en lo fundamental”; Y en el entre tanto, aunar esfuerzos para identificar un gran líder que dirija asertivamente el país: probo, serio, humano, técnico, canchero, de corte empresarial; y evitarnos el país económico en átomos volando.
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