Temerario el cierre de la economía un año atrás; e inoportuno, pues la tasa de mortalidad pandémica era exigua en ese momento. Percatado del inconmensurable error, el gobierno abre la economía, pero el daño estaba hecho. Y para completar, resultamos liderando estadísticas mundiales de pandemia: puesto 12 mundial con 61 mil muertes; puesto 28 mundial con 1.189 muertes por millón de habitantes. Acuño mi frase: “La economía es como el tiempo, nunca puede detenerse”.
Excepto la banca, vivienda y energía, sufrimos un terrible atraso socio-económico: caída vertiginosa del PIB, sobreendeudamiento externo, híper déficit fiscal (mínimo 18% del PIB); mayor desempleo, informalidad, pobreza, hambre, criminalidad, inseguridad ciudadana. Aunque el gobierno subestima la crisis, urge apoyarlo para salir del abismo, pero con una agenda seria, técnica, que dinamice, no empeore; expongo algunas iniciativas y críticas.
En lo laboral, apremiante flexibilizar la ley del trabajo para acrecer el empleo procurando la contratación y pago de seguridad social por horas, días, semanas. En materia cambiaria, habría mayor devaluación del peso por tres movidas en USA: alza del tipo de interés, posible monetización del déficit fiscal y eventual recalentamiento de la economía. Hemos devaluado un 54% desde 2015 y las exportaciones no levantan cabeza, devaluar no nos hace competitivos. Y es por ello que insisto en dolarizarnos gradualmente, cerrar BanRepublica, seguir la senda del prime rate, liberar ingreso de divisas (extingue especulación); todo lo cual simplifica la política monetaria y deriva estabilidad de precios y servicios (mínima inflación).
En lo crediticio, llevamos décadas con altas tasas de colocación y alto spread, afectando el desarrollo económico. Esa interminable “veneración” a la banca - por parte del congreso y otras instituciones fieles -, les impide “moralmente” poner en cintura tal flagelo. Deseable un plebiscito que apruebe un spread bancario de hasta 1.000 puntos básicos, vale decir, 10% máximo de diferencial entre tasas de captación y colocación, con tope superior del 14% (usura por encima).
En lo fiscal, el FMI habría de imponernos, con la venia del gobierno, una nueva reforma dizque “fiscal y social” para ampliar base del IVA, ampliar base de imporenta, eliminar exenciones, etc, y levantar $25,4 billones (2,2% del PIB). Reforma encaminada a “reversar” el errado cierre de la economía, pero “todos ponen”; reforma inoportuna al persistir la crisis, porque afecta el consumo y ahonda la carga tributaria que azota las empresas (71,2% aprox); encaminada no a la inversión, pero sí al gasto en forma de subsidios, que no generan empleo. Cobrar más IVA y devolverlo a la población más vulnerable incita gruesas venas para desangrar el fisco, pues mayoría de pobres son informales y fuera del radar de la banca y la DIAN; millones de “toños” y “fallecidos” recibirán subsidios. Insensato predicar subsidios en un año preelectoral. El país fiscal es un fiasco, se conjuga allí el peor escenario de negligencia e improvisación.
Una verdadera agenda fiscal debería encaminarse a: reducir severamente tamaño del Estado; implantar austeridad; gestionar cobro fiscal (cartera); aumentar inversión pública; fijar imporenta corporativa al 20% e IVA 10%; resucitar el agro con imporenta 0%, IVA 0%, arancel 0% (solo para bienes de capital e insumos); pena capital a quien afecte con rigor el fisco (a plebiscito).
Pero aparte de austeridad, el fondeo fiscal debería provenir no del sector real, ni de emisión primaria, ni de más empréstitos externos, por sus peligrosos efectos. Empero sí, provenir de bienes suntuarios, imporenta de macro-sueldos de funcionarios públicos, impuesto al patrimonio de funcionarios públicos y, principalmente, de la banca. Mientras la banca gana billones anuales, el sector real pierde billones. Hora que la banca apoye las necesidades fiscales del país, pues la ciudadanía mucho le ha dado: 4 por mil, ganancias (alto spread), además de exenciones y dádivas que le brinda cada gobierno de turno.
Vital priorizar los recursos fiscales hacia la inversión, instando un efecto contra-cíclico que dinamice la oferta y demanda agregada. Ejecutar macro-proyectos que estimulen el aparato económico, tales como: Infraestructura (esquema APP); minería y energía eólica y solar; agro, pues importamos el 30% de los alimentos (absurdo), a mayor oferta agraria mayor la política de seguridad.
En síntesis, el cierre de la economía condujo el país a un profundo deterioro social y económico; crisis que el gobierno omite, pero reacciona con una improcedente reforma “fiscal-social”. Frente a tan compleja coyuntura, hay que provocar serios cambios estructurales y urgentes medidas de choque (cero paños tibios); o salimos pronto y asertivamente de este hueco o vamos raudos hacia otra Venezuela.
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