Devaluar nos afecta a todos, pues encarece los bienes importados (insumos, bienes de consumo, bienes de capital), implica depreciar nuestra moneda para abaratar los bienes exportables, sube la deuda externa, deriva un cuantioso “impuesto silencioso”, transmite inestabilidad económica, afecta el crecimiento, etc. Pese a tratados de libre comercio y una devaluación del 53% en el último quinquenio, nuestras exportaciones y el PIB no crecieron a similar ritmo; hecho grave. Devaluar no nos hace competitivos, pero sí la producción eficiente o que genera “valor agregado de manera sostenida y sostenible en el tiempo”; y si devaluar fuese estratégico, Venezuela tendría una economía próspera. Dolarizar sepulta la dañina y rampante devaluación. “En mercados donde el dólar depende de los movimientos de capital, la economía está sujeta a una cosa que no es la productividad, sino la especulación y eso para un país no es sano”, afirman analistas.
En lo monetario y cambiario, dolarizar reduce la presión inflacionaria mientras se estimule la producción, pone fin a nuestras emisiones de papel moneda, facilita el manejo de medios de pago y reservas internacionales, mitiga el efecto “pass-through” (porcentaje de cambio del precio de las importaciones como resultado de una variación del 1% en la tasa de cambio nominal). Impide que la deuda externa (54,3% del PIB) aumente por diferencial cambiario, extingue la especulación en el manejo de divisas, facilita las decisiones empresariales, estabiliza precio de bienes importados, confiere igual trato a importadores y exportadores, nos conecta mejor a la globalización de los mercados.
Y en materia crediticia, dolarizar facilita abrirle puertas a la banca internacional para acrecer el mercado de capitales y reducir el spread bancario (diferencial entre tasa de captación y colocación), a fin de dinamizar la inversión y el PIB. Contrasentido que el crecimiento de la banca supere cinco o más veces aquel del sector real.
Pero dolarizar debe ir aunado a un nuevo modelo económico, ya que el actual es precario, caduco, cerrado, proteccionista, inequitativo, pues privilegia minorías. Un nuevo modelo que le apueste a tasas de crecimiento del 5% o más y comprenda algunas iniciativas, como: fije el dólar como moneda patrón, pues “el mundo funciona con el estándar del dólar”; libere la entrada de divisas; abra puertas a la banca extranjera; aminore tasas de colocación para estimular la inversión; flexibilice la ley laboral para generar más empleo; reduzca el tamaño del oneroso aparato estatal (gobierno, legislativo, jurisdiccional); dinamice la oferta agregada; modifique el esquema fiscal, léase más impuestos directos progresivos, bajar IVA, imporenta y gasolina; deje “flotar” la economía para que se rija más por factores externos, así como libre juego de oferta y demanda.
De estas iniciativas podrían derivar efectos sociales y macroeconómicos positivos, a fin de consolidar la estabilidad futura requerida. Otros países -con y sin escenarios de hiperinflación con su moneda-, han dolarizado con resultados favorables y no tan favorables, pues cada economía difiere (Ecuador, El Salvador, Zimbabue, Timor Oriental, Micronesia, Islas Marshall, Venezuela lo evalúa ahora). Pero estos cambios económicos sustanciales ameritan serios debates de parte del gobierno, gremios económicos y analistas; debates que contengan un espíritu altamente objetivo a fin que el bienestar general prime siempre sobre el particular.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015