Comparto el pensamiento de muchos manizaleños, según el cual, por orden de autoridad municipal, el lunes 22 de abril de 2019, fue un día esplendoroso, fascinante y libre de carros y motos particulares. Yo le agregaría efímero. Y no se trata de una visión pesimista, al contrario, muchos creen que con un esfuerzo del 0,27% podemos mejorar la calidad del aire en la ciudad, la salud del planeta, estimular el uso de la bicicleta o evitar enfermedades pulmonares. Es como si a una persona que se gana un salario mínimo ($828.116) le pidieran que donara $2.235, para una causa común, o que un fumador empedernido le diga a su familia “hoy no voy a fumar”. Dudo que salga aplaudido por este esfuerzo.
Serios inconvenientes generan este tipo de medidas: la primera, que es absolutamente ineficaz, si de lo que se trata es de realizar acciones concretas para la defensa del medio ambiente; la segunda, es que no hay manera de medir la formación de cultura ciudadana o “sensibilización” como le dicen, dado que la implementación se da por decreto o acto de autoridad, y en tal sentido, mantener el carro o la moto guardada, obedece al hecho de evitar una sanción económica (multa). En lo personal, me gustaría que la Alcaldía decretara otro día sin carro, pero sin sanción, a ver si realmente sale a relucir esa “cultura” y sensibilización del manizaleño; pues de llegar a obtenerse un resultado similar, ahí sí podemos sentir, que efectivamente esta es una ciudad con un alto desarrollo ambiental, y en palabras de Mauricio García Villegas, con una envidiable cultura de cumplimiento de las normas, como para quitarse el sombrero.
El día sin carro es una medida políticamente correcta pero insuficiente, que tuvo un nacimiento puramente democrático: fue el resultado de una consulta popular adelantada en Bogotá, por quien sino Mockus, para que se implementara todos los años, el primer jueves de febrero, y a partir de 2001. (Decretos 1098 de 2000 y 054 de 2017). Lamentablemente este tipo de decisiones se quedaron ahí, como un tatuaje imperceptible, que ni quita ni pone. Por eso, sería retador que en Manizales, tomando la experiencia bogotana, se convocara a una consulta popular, para que decidamos cuántos días (1, 2, 10 o 365) y en qué fechas del año deben guardarse el carro y la moto.
Insisto que es importante que se pueda medir la “actitud” y disposición ciudadana frente a la adopción de comportamientos a favor de la movilidad o la calidad del aire. Otras conclusiones que pueden sacarse del sereno día: la respuesta del transporte público individual y colectivo de pasajeros fue admirable; muchos colegios privados no dieron clase, lo cual es preocupante, pues deberían aprovechar para enseñar a muchos estudiantes a “coger” bus; para la mayoría de los manizaleños que no tienen carro ni moto, es un día como cualquier otro, postura que deberíamos asumir el resto; que haya restricción vehicular no significa que sea un día festivo, a trabajar común y corriente. Por eso, resulta paradójico que en nombre del medio ambiente se inunde la ciudad con amplificadores generando ruido y promoviendo aeróbicos en plena plaza de Bolívar.
El día sin carro, también debe ser en silencio. Y ojalá, pueda servir para promover también el día sin celular, sin computador, sin ascensor, sin carnes rojas, sin licor, sin jefe, sin rabia, sin odio, sin hambre, sin injusticias, sin castigos, sin Trump, sin Maduro, sin memorandos, sin manipuladores, sin internet, sin whatsapp, sin zánganos, sin glifosato, sin mentirosos, sin intereses bancarios, sin gota a gota, sin basura y hasta sin ignorancia.
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