Algo grave pasa en las fuerzas militares. En los últimos dos meses han sido protagonistas de lamentables noticias: 1) Soldados del Batallón San Mateo de Pereira, violaron a una indígena de la comunidad Embera; 2) Dos Policías mataron a punta de golpes a Anderson Arboleda en Puerto Tejada, Cauca; 3) Soldados del Batallón de Ingenieros Agustín Angarita Niño en Puerres (Nariño), mataron una perra; 4) Tres lanchas de la Armada, terminaron con artillería y todo en tierras venezolanas; 5) 11 militares y un general fueron denunciados y retirados por “perfilar” a ciudadanos, periodistas y políticos. Como ciudadano que hace parte de la soberanía de la nación y que paga impuestos, tengo derecho a exigir de las fuerzas militares explicaciones por estos gravísimos hechos, pues con el respaldo del partido de gobierno se suelen llevar la tajada más grande del presupuesto y con recursos de todos los colombianos andan muy campantes cometiendo todo tipo de vejaciones.
La estructura de la formación militar colombiana está soportada en la doctrina del ejército de los Estados Unidos que asumida después de la guerra de Corea, puede comprenderse en su contexto político según las explicaciones dadas por el profesor Renán Vega Cantor, de la Universidad Pedagógica Nacional. La doctrina del entrenamiento puede apreciarse a través de la película “Nacido para matar” (Stanley Kubrick, 1987) que muestra los esfuerzos del Sargento Hartman, por darle dureza física y espiritual a las “niñas” que es como usualmente les dicen a los reclutas recién ingresados a una guarnición. Recuerdo muy bien esta película, por que no dista mucho de la forma en que se realiza el entrenamiento militar colombiano. De hecho, cuando presté servicio militar, todos los días por la mañana salíamos a trotar y a entonar en coro “guerrilleros buscaremos…sus mujeres violaremos…y su sangre beberemos”.
El servicio militar es para “machitos” nos decían con insistencia mientras algunos soldados y comandantes sacrificaban con alevosía animales exóticos, ranas, iguanas y gallinazos los cuales debían ser consumidos. No recuerdo haber recibido formación en derechos humanos y todo parece indicar que ahora tampoco, pues los hechos demuestran que los valores inherentes a la dignidad humana no son prioridad en el protocolo de formación de los militares o es una materia en la cual se “rajan” colectivamente. El manual MFE 1-01 que contiene la “doctrina” del Ejército, solo hace alusión en un pequeño párrafo (3.2.3) a la adhesión a las normas del Derecho Internacional Humanitario. De hecho, ninguno de los “Manuales Fundamentales del Ejército 2020” publicados por el Centro de Educación Militar CEMIL, se encuentra dirigido exclusivamente a la formación en Derechos Humanos. No habiendo “honor militar” en estos hechos, no dudo que los soldados del San Mateo terminarán en prisión y los colombianos todos, responderemos económicamente ante la inevitable demanda de perjuicios que en contra del Estado entablará la familia de la indígena. ¿y quien responderá por los actos de los militares, por su deformada o inexistente formación en derechos humanos?
Con razón preguntaba en su cuenta de twitter el presidente de la Asamblea de Caldas, Juan Sebastián Gómez (@jua11se), que si esto hubiera ocurrido en otro país ¿qué habría pasado? Yo le contesté: en una democracia, habrían rodado una tras otra las cabezas de los comandantes por aquello de la dignidad y responsabilidad de mando; por eso digo, en una democracia, habría pasado algo diferente. Una experta en procesos de gestión humana, me decía con toda razón ¿a quién le están entregando las armas en este país? ¿Que tipo de entrenamiento, perfil y selección están aplicando las fuerzas militares? Como dijo Tirso de Molina “Averígüelo Vargas”.
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