En mi columna del pasado 3 de enero, había señalado que era necesario que la Feria de Manizales fuera sometida a revisión. Culminada la misma, encontré elementos para ratificar dicha posición. En el balance general de la misma presentado a través del Facebook del Instituto de Cultura y Turismo de Manizales, es claro que el énfasis y los números que respaldan el informe, son propios de un típico “balance económico” lo cual en principio no es malo si ese es su único propósito.
Lo que se llamó en el informe la “derrama económica” requería complementarse con una adecuada explicación de la metodología usada para respaldar las cifras. Por ejemplo, ¿cómo se fijó o estableció el número total de turistas, que según se informa fueron 228.000, de los cuales 1.917 ingresaron por La Nubia, o sea el 0,84%? En el mismo sentido, se muestra una cifra global de ingresos de vehículos por los peajes que rodean la ciudad, sin tener certeza del ánimo turístico de los mismos. Lo mismo ocurre con el cómputo de los pasajeros del cable aéreo (116.163) que siendo un medio de transporte es medido en términos turísticos, sin poder encontrar el criterio de tal medición.
Es comprensible el alborozo por los resultados económicos. Sin embargo, urge una cualificación rigurosa de las cifras globales, por ejemplo, ¿cuál es el principal atractivo de los turistas? ¿cuánto tiempo permanecen en la ciudad? ¿qué es lo que más disfrutan de la Feria? No lo sabemos y deberíamos saberlo. En el balance social de la feria, aquel que es dirigido exclusivamente a los manizaleños, no se muestra de manera suficiente, por ejemplo, el impacto, la participación y el beneficio que para los mismos representa la Feria. Además, ¿cuáles son los eventos o actividades gratuitas y remuneradas que más cautivan su atención? No lo sabemos y deberíamos saberlo.
El manizaleño como sujeto no turista, ni ocupante hotelero, merece una mirada en términos de reconocimiento y de privilegio ferial, así no se encuentre en una categoría lucrativa. En la autorizada voz de Javier Ocampo López (Las Fiestas y el Folclor en Colombia), la “Feria de Manizales es una típica fiesta popular motivada por aspectos sociales y económicos, que busca brindar en cada espacio ofrecido diversión y alegría”. Pero ese propósito, no debe sacrificar las influencias socioculturales de una festividad mestiza que entrelaza intereses extranjeros, nacionales y regionales con los locales, sobre todo si se tiene en cuenta que la marca de la feria no recae sobre una actividad o un tema sino sobre un territorio, la Feria “de Manizales”.
En ese sentido, sí lamento que no haya un “balance cultural” de la Feria de nuestro territorio, en términos cualitativos claro está, que explique y justifique la razón de ser de la misma y la manera en que los ciudadanos se entretejen, dialogan y comparten espacios, gustos y lenguajes identitarios, que en otros espacios o lugares no encontrarían. Insisto, si el propósito es fundamentalmente turístico y lucrativo, pues entonces sería una Feria turística y comercial, o sea privada, pero al menos dejemos eso en claro.
La marcada tendencia de medir los éxitos feriales en términos de “asistencia a eventos masivos” no sólo despersonaliza los intereses particulares de quienes deciden participar en las mismas, sino que cosifica al ser humano al asignarle valor y reconocimiento sólo en cuanto hace parte de la masa. Las ferias enfocadas en el turismo y el lucro terminan pasando desapercibidas, se desarraigan naturalmente ante la ausencia de preservar en el tiempo las motivaciones y tradiciones culturales de sus ancestros y habitantes.
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