El principal recuerdo que tengo del 20 de julio, es bastante doloroso. De niños, acostumbrabamos pararnos sobre la Avenida Santander, justo al frente de la Juan XXIII. Pero llegaban los grandes y nos tapaban; la única solución era encaramarnos sobre las barreras de protección de la Avenida que lindan con la vía a Neira. Ahora si podíamos ver todo. Mi primo que sufre de epilepsia, se mareó me tomo del brazo y caímos de espaldas por fuera de la avenida. Casi nos matamos. Me quedé sin aire, adolorido y con una fisura en la tibia izquierda; no dejé que me llevaran al hospitalito, me daba pena, tenía las medias rotas. Después del accidente, el ortopedista y columnista de LP Flavio Restrepo, me operó y me tocó quedarme 15 días en el Hospital de Caldas en proceso de recuperación. Como secuela, perdí la sensibilidad del lado izquierdo de la herida, es mi sello veintejuliero. Los 20 de julio, son mas importantes para instalar el Congreso, que para encontrar apropiación nacionalista de lo que significa ser colombiano. Y la languidez permanece: nuestros flamantes gobernantes, especialmente la dupla Belisario Betancur y César Gaviria, eliminaron la cátedra de historia de los planes de estudio y aunque la Ley 1874 de 2017 de Santos restableció su enseñanza obligatoria en la educación básica y media, vamos a completar 5 años y a nadie parece preocuparle el tema. El balance histórico del 20 de julio, que no es el día de la independencia por supuesto, deja una enorme deuda a cargo de la academia, las instituciones públicas y privadas y la propia sociedad colombiana, sobre su reconocimiento, comprensión, apropiación y significancia. El 20 de julio podría ser una fiesta realmente “nacionalista” pero no lo es. No hay un proyecto de nación para Colombia, lo cual es realmente lamentable a pesar de existir un pacto normativo en los artículos 7 y 70 de la Constitución Política: “El estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la NACIÓN colombiana” y “la cultura en sus diversas manifestaciones es fundamento de la NACIONALIDAD”. Existe en la memoria colectiva un morboso recuerdo del 20 de Julio: el florero de Llorente, que realmente era el florero del gaditano (de Cádiz, España) José González Llorente. Y pare de contar. Uno de los que realmente pretendía la independencia total de España era José María Carbonell. El resto de rebeldes buscaban un gobierno autónomo sin independencia. Carbonell, un verdadero mestizo (padre español y madre criolla), es considerado el gran agitador, el revolucionario, el desafiante del poder español, el movilizador de masas, el provocador, el líder de la primera línea de entonces e integrante del grupo de los “chisperos”. Con tan solo 38 años, penosamente murió ahorcado, fusilado e incendiado por el pacificador Morillo el 19 de junio de 1816 en lo que actualmente se conoce como la Plaza de los Mártires en Bogotá. Han transcurrido mas de 200 años y el país sigue en deuda por la preservación de su memoria. En materia de toponimias en Caldas, la institución educativa de la vereda La Plata del municipio de Palestina lleva su nombre. No comprendo, por que los 20 de Julio se llevan ofrendas florales a Bolívar, que nada tuvo que ver con las refriegas de aquella época y menos que se celebre con desfiles militares, cuando la movilización fue popular, salvo que se confunda con el 7 de agosto, que si es considerado el día del ejército (Decreto 1461 de 1978). Tocará reconducir el curso de la historia como en la exitosa serie de televisión de los 80´s “viajeros”.
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