Estimado Juan José:
La Feria Taurina que acaba de culminar en Manizales puede ser considerada como verdaderamente atípica, dado que fue realmente diferente en muchos aspectos a las sesenta y seis ediciones que se han dado en la ciudad a través de su historia.
Para empezar nunca antes había rondado, como lo hizo este año, un riesgo para la salud tan grande como lo ha sido “la peste” o covid 19, que cual espada de Damocles pendió, pende y penderá, quien sabe hasta cuándo sobre la raza humana, causando el natural temor en las personas que, prudentes, prefirieron alejarse de las aglomeraciones y de las multitudes; léase Plaza de Toros.
Fue distinta también esta Feria en lo que al clima se refiere. No creo que la ciudad hubiese vivido un evento ferial tan “pasado por agua” como el que acaba de terminar. Si bien es cierto que Manizales posee un público taurino “anfibio” que aguanta estoicamente alguna que otra corrida “acuática”, en esta oportunidad fueron más las corridas en que la lluvia se hizo presente que aquellas en que el astro rey manifestó su condición de taurino. Y para empeorar el asunto San Pedro decidió, en varias ocasiones, abrir los grifos precisamente a la hora en que la clientela acostumbra comprar sus boletas e ingresar al coso taurino. Las anteriores circunstancias, aunadas al hecho que el turismo se vio mermado por las “afugias” económicas generadas por la pandemia, se constituyeron en los principales motivos para que las entradas a la plaza de Toros no fuesen las acostumbradas. Si de hecho la asistencia de público a las tres primeras corridas fue muy similar a la que tradicionalmente se da, tanto en el Festival como en las dos últimas tardes faltaron aficionados en la graderías que normalmente se colman, pues usualmente, para esos días, se programan los llamados “carteles fuertes” del serial.
Y continuando con las rarezas de esta edición de la Feria taurina, podemos mencionar lo sorprendente que resultó la designación del triunfador y por ende ganador de la réplica en baño de oro de la Catedral de Manizales. Parece ser que los jurados se limitaron a barajar algunas faenas que a juicio de muchos aficionados de “hueso colorado” fueron en extremo facilonas, simples y superficiales; más un acompañar de embestidas a Toros de excelsas condiciones que cuajar faenas y no otearon sobre algunas lidias serias, meritorias y rotundas. Y no es que no hubiese habido actuaciones profundas, plagadas de técnica, conocimiento, valor y entrega. Para la muestra basta con recordar la que le hizo Emilio de Justo a su segundo Toro, o la de Rubén Pinar a un animal con más dificultades que escalar el Everest descalzo, o la faena de Roca Rey a un Toro que a los ojos de todos los presentes parecía más manso que Moisés, que según las escrituras “era el más manso de todos los mansos”.
A pesar de todas las curiosidades anteriores los asistentes a la Plaza de Toros salieron contentos todos los días ya que cada tarde se dio algo interesante, entretenido y en veces electrizante en el ruedo, lo que les permitió disfrutar y sacarle jugo al dinero invertido en la boleta, que como es bien sabido, después de pasar por las prístinas manos de Cormanizales va a dar al Hospital Infantil, siendo la actividad taurina manizaleña la obra de caridad más importante que se da, año tras año, en esta ciudad. Por lo menos sesenta mil puestos se ocuparon en la Plaza de Toros durante la Feria número sesenta y siete, vale decir sesenta mil donantes indirectos que ayudaron a solventar las necesidades más sentidas del Hospital Infantil. Y además como dijo en un escrito taurino escolar el buen aficionado Emilio Radi, cuya edad no supera los diez años: “Cuarenta y dos Toros dieron su vida en la Plaza de Toros de Manizales para salvar la de muchos niños del “Hospitalito”. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: Te recomiendo, mi querido Juan José, que veas una sátira cinematográfica cuyo título en Inglés es: “Don´t look up” (No miren arriba). En esta tragicomedia se retratan perfectamente las consecuencias que las actitudes superficiales, egocéntricas, polarizantes populistas y politiqueras de una sociedad y de sus principales dirigentes traen para cualquier conglomerado. Que viene el lobo, que viene el lobo nos dicen, nos demuestran y nos repiten y la sociedad ausente, pensando en pajaritos preñados, hasta que “póquete”; les cae el aerolito destructor.
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