Estimado Juan José:
El sector lechero se encuentra incómodo, como mar picado, con el riesgo que sus quejas no atendidas lleguen a convertirse en un maremoto, tsunami dicen ahora, de consecuencias nada apetecibles en la actual situación del país, producto de la inveterada costumbre de importar miles de toneladas de leche en polvo para ser reconvertidas por la industria y llevadas a la mesa de los colombianos, prefiriendo este engendro por sobre la leche pura producida por nuestros campesinos. Y cuando digo que han importado miles de toneladas es porque literalmente se trata de miles. De hecho, durante el año pasado ingresaron al país setenta mil toneladas de leche en polvo y solo en los primeros días del reciente enero entraron a Colombia más de nueve mil toneladas.
Los distintos gobiernos han sido autistas frente a las quejas, solicitudes y demandas de los gremios del campo y, a contrario sensu, excelentes oyentes frente a los pedidos de la industria. ¿La razón? No hay que ser ningún genio para entender cómo es que funciona aquello de que “Poderoso caballero es Don Dinero”.
Esperemos que con la leche no suceda lo mismo que pasó en el país con el algodón, el trigo, la cebada… que desaparecieron del campo para dar paso a productos importados, llevando a la quiebra a los abnegados colombianos que vivían de labrar la tierra para producirlos y al enriquecimiento desbordado de las industrias procesadoras de estas materias primas. Empobrecidos quedaron los labriegos de las zonas en donde tradicionalmente pequeños y medianos agricultores cultivaban estas plantas.
Da la sensación que nuestros dirigentes siempre han buscado el camino fácil. En lugar de ser creativos e ingeniosos y “cranearse” fórmulas para defender la producción nacional a través de salidas que conviertan la actividad agropecuaria en un ejercicio lucrativo y competitivo, prefieren irse por el sendero más cómodo, que es también el que complace los apetitos de sus amos, vale decir importar, para de ese modo acabar beneficiando al agricultor extranjero en detrimento del campesinado criollo. Defender lo extranjero por sobre lo local, especialmente si proviene del agro, parece ser una consigna nacional. Y tan nacional es que hasta al espectáculo taurino han querido afectar.
Y esto lo digo dado que en estos días volví a oír de boca del personaje que por querer solo recoger los frutos que en tiempo de cosecha daba con abundancia el primoroso huerto que era la Plaza de Toros la Macarena de Medellín, acabó con él, pues olvidó que para que las plantas perduren, fructifiquen y produzcan hay que regarlas, renovarlas y tratarlas con cariño y dedicación. El abandono es el fermento de la apatía. Oí, repito, la poco inteligente y por demás ofensiva e irresponsable idea que la única solución viable para mantener la Fiesta y poder “salvarla” era rebajar aún más el precio de los Toros y los honorarios de los toreros nacionales, para seguir pagándoles a los extranjeros las astronómicas cifras que cobran y así, según él, poder programar las Ferias tranquilamente. Error y horror: Destruir las dos columnas vertebrales de la Fiesta se constituye en la fórmula perfecta para el desastre total.
Todo lo anterior me hizo ver, en contexto, no solo la vergonzosa incompetencia de muchos de nuestros dirigentes, sino que aquello de preferir lo extranjero por sobre lo propio es, como dicen los jóvenes, “un deporte nacional”. Oír estos tremendos sinsentidos que ofenden el sano nacionalismo que profeso me produce un gran desconsuelo. No sé si a ti también, mi querido Juan José. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: Agradecería que la autoridad competente me explicara por qué a algunos colombianos les tocará vacunarse contra el covid 19 con un producto que solo posee el 62% de efectividad (AstraZeneca) y que ha sido cuestionado y hasta retirado de circulación en algunos países desarrollados y a otros con una vacuna que resulta efectiva en el 92% o 95% (Pfizer, Moderna, Sinovac) ¿Qué criterio usa el Estado para favorecer a un sector de la sociedad, vale decir, a darle trato preferencial a algunos ciudadanos por sobre otros que poseen iguales derechos a la salud? ¿Es ya tan claro el hecho que en Colombia existen, o existimos, ciudadanos de primera y de segunda?
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