Estimado Juan José:
El asunto de la importación de bienes que se producen en Colombia, especialmente los agropecuarios, se encuentra en el ojo del huracán dado que existen dos bandos que defienden intereses opuestos, unos a mi parecer legítimos y otros legitimados para el beneficio del poderoso caballero que es Don Dinero.
Es así como el tema del ingreso al país de leche en polvo, que por un lado beneficia a procesadores nacionales y a productores extranjeros y por otro perjudica notablemente al campesinado colombiano productor del “liquido súper láctico de la consorte del toro”, como dijera Don Luis de Góngora y Argote, tiene al gremio exigiéndole al gobierno que active las salvaguardas contempladas en los tratados que rigen dichas negociaciones internacionales para evitar la segura ruina del sector. Una pronta reacción oficial evitaría la desaparición de la actividad lechera como ya ha sucedido con otros esfuerzos agrarios en el país, tales como los cultivos de trigo y algodón, por citar solo dos casos.
Personalmente no soy enemigo de una apertura, siempre y cuando esta se dé en el momento adecuado y se maneje de manera racional, primando siempre el criterio de no perjudicar al local para beneficiar al extranjero, como sucede en la mayoría de países civilizados cuando hacen tratos comerciales entre ellos, dando por hecho en esos casos, claro está, que para dichos menesteres allá se cuenta con negociadores honorables y preparados.
Dicho lo anterior, ahora sí “al Toro”. Personalmente considero inoportuna la determinación de la empresa caleña de importar, para su feria venidera, una corrida de Toros española, que si bien no pertenece al grupo de las ganaderías apetecidas por las figuras sí ha sido reconocida por la notable gestión de mercadeo que hiciere su propietario, Victorino Martín Andrés y que hoy la tiene colocada dentro del segmento de las que más festejos lidian, casi siempre con carteles de toreros de media tabla.
Y pienso que la determinación de importar no se ha tomado en el momento adecuado, pues a la crisis por la cual atraviesa la economía nacional, causada por la pandemia y agravada por los incivilizados y poco patrióticos paros, no se escapa la cabaña brava colombiana, y quitarles a los criadores de bravo precisamente en este momento un puesto en una Feria perjudica y desanima al gremio que está, como muchos otros empresarios, luchando por mantener vivas unas explotaciones que, activas, crean riqueza y se constituyen en importantes motores de la economía tanto formal como informal del país.
Siempre he estado a favor de traer Toros de otras latitudes para darle un refresco a la fiesta colombiana y ofrecer novedades al público que bien se lo merece. Pero todo a su debido tiempo. Así como no es aceptable la importación masiva de leche en polvo, ni de trigo y muchísimo menos la de todos los componentes de la bandeja paisa como son el maíz, los fríjoles y el arroz, tampoco lo es hoy la importación de Toros de lidia. En el país hay oferta suficiente para ocupar el puesto que le ha sido asignado a una, por demás, costosa corrida extranjera. Los ganaderos nacionales esperan, por lo menos, ser compensados con que se les reconozca el mismo precio por su corrida de lo que costará la importada. Eso no resuelve lo fundamental del tema pero, en el peor de los escenarios, sería una muestra de respeto para con los criadores colombianos. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido. Aberrante la actitud del gobierno al no invitar a la 80ª Feria del Libro de Madrid a escritores de la talla de Laura Restrepo, Fernando Vallejo, Héctor Abad Faciolince y otros varios, cuyo gran pecado para los pacatos y fascistoides organizadores oficiales es pensar diferente. Esto se entiende en dictaduras como las de Tailandia, Ruanda o Burundi, sin olvidar que también se da en Cuba, Rusia y Venezuela, ¿pero en Colombia, donde el establecimiento posa de democrático? Francamente no es aceptable esa doble moral en el discurso.
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