Estimado Juan José:
Nuevamente tenemos a Haití en los titulares de la prensa nacional e internacional con noticias nada amables para esta bella isla caribeña y menos aún para Colombia. De este territorio insular, bautizado en su conjunto como la Española por su descubridor Cristóbal Colón, pocas noticias llegan a esta esquina de Sur América, razón por la cual los conocimientos que sobre Haití se tienen son pocos y generalmente tristes y dolorosos, gracias en gran parte al vicio de las agencias internacionales de noticias de siempre exaltar lo malo por sobre lo bueno informando básicamente acerca de tragedias como terremotos, dictaduras (Papá Doc o Nené Doc), golpes de estado, “hazañas” de los Tonton Macoute, asesinatos etc.
Pero resulta que Haití o Aytí como lo escriben los locales en lengua “Kreole o criolla haitiana” también genera noticias que sorprenden favorablemente, no solo por sus bellezas naturales, por sus rarezas culturales y por sus misteriosas costumbres religiosas en las cuales predomina la práctica del Vudú, credo teísta con un sistema animista, provisto de un fuerte componente mágico, sino, y aun cuando no lo creas, en lo relacionado con sus aficiones a asuntos “de Toros”.
La república de Haití se encuentra enclavada en la parte montañosa de la isla grande y dado que su población tradicionalmente ha sido campesina, sus vínculos con los animales son ancestrales y de ellos se han servido no solo para obtener sus alimentos sino también sus distracciones.
Es así como dentro de sus costumbres y tradiciones se encuentra una actividad parecida a la que se practica en Suiza, en el norte de Italia, en Portugal, en el Perú y en la mismísima España, por solo mencionar algunos países en donde se emplean los Toros que acometen para celebrar eventos lúdicos que permiten a aquellas personas cuyas raíces culturales pesan más que las falsas imposiciones de costumbres extranjeras, disfrutar de actividades en las cuales el Toro es protagonista.
Hace ya más de un siglo existen en Haití las luchas de Toros que si bien se iniciaron como un pasatiempo para los ciudadanos acomodados con el tiempo se convirtieron en una actividad absolutamente incluyente en cuanto a la condición de sus seguidores, ya que aparte de tratarse de un evento tradicional hoy día representa una forma de obtener pingües ganancias para aquellas personas cuyos recursos económicos no se compadecen con sus necesidades.
Los propietarios de los Toros reciben apuestas, algo parecido a lo que sucede en los palenques con las peleas de gallos, y cuando consideran satisfechas sus expectativas económicas sueltan los toros para que estos se enfrenten, siendo perdedor el Toro que huye al combate o que se retira durante la pelea, así como el personaje que por él apostó y viceversa. Como vemos no se trata de peleas a muerte; solo se busca que uno de los animales demuestre su superioridad sobre el otro. Estos combates se realizan en campo abierto y no en plaza o corral alguno, lo que facilita la huida del perdedor.
Como ves mi querido Juan José, si añadimos ahora el Caribe a la larga lista de territorios en donde hemos documentado la práctica, de una u otra manera, de los juegos de o con Toros, no resulta contradictorio con la verdad afirmar que esta actividad es una realidad en absolutamente todos los rincones de la geografía universal. Vale decir entonces que la Fiesta de Toros es una actividad ecuménica. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile
Añadido: “Amo a mi Patria mas no a (muchos de) los que en ella habitan”. Frase que en mi juventud me refirieron como de la cosecha del filósofo de Otraparte. ¿Oportuna, no les parece?
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