Estimado Juan José:
En épocas pretéritas y dado que la actividad taurina de a pié era generalmente ejecutada por hijos del pueblo, con frecuencia se presentaban situaciones y eventos, muchos de ellos como para ser relatados por la picaresca española, que hoy asombrarían a aquellos aficionados que han llegado al rito movidos más por sentimientos lúdicos que por razones culturales.
Dentro de las muchas historias de corte surrealista, como diría André Breton, que conocemos, pero que en su momento no resultaban del todo lo exóticas que hoy nos pudieran parecer, se encuentra el caso de José Mateo Balcázar Navarro quien, como primera curiosidad del relato y gracias a una “pragmática real”, cambió su nombre para en adelante ser conocido como José Ulloa Navarro, nombre que tampoco dice nada en la historia taurina española, como si lo dice el de Tragabuches, apodo heredado de su padre a quien se lo endilgaron por haberse comido un pollino entero, animalitos estos que por la época eran llamados “buches”.
Dicen las referencias biográficas que Tragabuches hijo había nacido en Arcos de la Frontera en 1780 y que en vida había ejercido las profesiones de torero, contrabandista, bandolero y cantaor andaluz.
Dado que su padrino de bautismo, Bartolomé Romero, era pariente del reconocido torero Pedro Romero, fundador de la escuela de tauromaquia de Ronda, aprovechó el parentesco para ingresar en ella e intervenir, en calidad de banderillero, en la cuadrilla de José Romero, hermano del maestro, hasta el momento de tomar su alternativa en Salamanca en 1802.
No del todo a gusto con su profesión de matador de Toros decidió iniciar la carrera de contra- bandista asociado con su amante, una bailaora conocida como La Nena, quien era la encargada de distribuir la mercancía que el extorero introducía subrepticiamente desde Gibraltar.
Ejerciendo esta poco edificante ocupación estuvo hasta 1814, cuando intentó reaparecer gracias a la invitación de un amigo que hacía parte de la cuadrilla de los Romero, quien lo tentó ofreciéndole actuar en unos festejos taurinos que se darían en Málaga en honor del regreso a España del rey Fernando VII. Y como dicen mis paisanos: “En un libro los dioses escribieron las cosas buenas y las malas que vendrán y destino por nombre le pusieron y es la ley del más allá”, Tragabuches sufrió un accidente durante el viaje hacia Málaga que lo obligó a olvidar su regreso a los ruedos y a volver a su casa en Ronda antes de lo previsto y en llegando halló a su amante siéndole infiel, nada menos que con un sacristán al que llamaban “Pepe El Listillo”.
Entonces, como buen gitano que era, vengó su honor con sangre degollando al escolano y arrojando a la infiel por el balcón para que se encontrara con la parca y quién sabe si en el más allá con el “Listillo” también. Habiendo cumplido con la ley gitana y para “huir de la justicia” como decía un exmatador amigo, Ulloa se internó en sierra y allí abrazó la profesión de bandolero. Como forajido tampoco le “sonó la flauta” y aun cuando hizo parte de la cuadrilla del Tempranillo y de Los Siete Niños de Écija, famosos bandidos de la época, su trasegar por ese mundillo fue opaco, como lo fue como torero y como contrabandista, hasta que allí por el año 18, cuando sus colegas de fechorías fueron capturados y ejecutados desapareció y nunca nadie volvió a saber de él. Se dice que durante las etapas finales de su vida fue cantaor y a él se le atribuye la canción que dice “Una mujer fue la causa de mi perdición primera. No hay ningún mal de los hombres que de mujeres no venga”. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido. Si las autoridades se decidieran verdaderamente a reactivar la economía de Manizales deberían, desde ya, indicar que el aforo permitido para la Plaza de Toros durante su Feria Taurina queda establecido, como mínimo, en el 75%. No pedimos nada diferente a que se equipare el cupo de la Plaza de Toros de Manizales con el del estadio Metropolitano de Barranquilla. Justicia y equidad se llama esa figura. De hecho, ya vimos cómo en la reciente edición de Toros y Ciudad la empresa cumplió estrictamente tanto con las restricciones de la cabida como con las medidas de bioseguridad, lo que la hace una entidad confiable para darle una autorización de esta índole.
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