La parafernalia se desborda, cuando salen al ruedo los posibles candidatos para la Presidencia de la República. El carnaval político ha comenzado. El circo tiene sus carpas levantadas. Se anuncia con bombos y platillos el inicio del espectáculo. Hay domadores y fieras; payasos y equilibristas; actores en la cuerda floja, nada les pasará si caen, porque los espera la red. La red que les ha servido para llegar allí y pertenecer a “elenco” del circo Colombia. Un espectáculo de magos con manos rápidas, de tramposos que posan de payasos alegres, escondidos detrás del maquillaje, para que no se les pueda reconocer su cara de desvergüenza.
Ahora a los payasos les dio por esconder el nombre del grupo que los promociona, por la vergüenza de trabajar para alguien a quien la gente pueda identificar claramente, en un país en el que la política es un arte degradado, ejercida sin escrúpulos, sin pudor, sin límites. Todo está permitido. No hay restricciones éticas, que la ética es una palabra que desconocen, un concepto que no practican. Todo vale. No hay límite. Es el comienzo de una carrera loca, para poner al frente del país lo peor de nuestra clase dirigente, escogida por votantes, que les comen cuento, que saben que aunque no les cumplirán nada, disfrutan con la falsa ilusión de que esta vez serán tenidos en cuenta.
Para evitar pasar por el coladero de los desprestigiados partidos políticos, cuevas de Alí Babá, y concentración de múltiples ratoneras, decidieron con la inteligencia perversa que los caracteriza, distanciarse de los partidos a los que pertenecen, para conseguir consolidar candidaturas con la recolección de firmas, aparentando estar hartos de la corrupción y simulando querer salirse de las casas de citas políticas en que ellos mismos las convirtieron, desgracia de un país que no ve posibilidades reales de renovación, que le permitan soñar con la realidad de un Estado más justo, más preocupado con los problemas de las mayorías, que con los intereses de esas minorías que siempre han manipulado el poder, se han enriquecido en su ejercicio, lo que mueve a la mayoría de los políticos y los que los acompañan hoy, buscando tener oportunidad de mandar, para consolidar una nueva empresa política, de esas que produce tan altos y no bien explicados beneficios y dividendos.
Entre ellos hay grandes diferencias, aunque al final sean lo mismo. Todos prometerán cosas que no van a cumplir, porque una de las características que le es particular al político, es la de prometer para seducir y después de haber logrado ser escogido, hacer lo contrario, incumplir sus promesas. Es que después de elegidos, no tiene importancia rendir cuentas, ni darle explicaciones a los electores. Ellos con el poder en su mano, se dedicarán a demostrar para qué sirve tenerlo. El poder es para poder, no para cumplir.
Eso en este país que conserva costumbres de feudo, que no tiene una población dispuesta a hacer que las cosas cambien, entregándoles el mando a los honestos y bien preparados, que cambien el rumbo de nuestro destino, por uno que sea de inclusión y de respeto por todos. Las grandes brechas solo aparecerán disminuidas en los fríos resultados de encuestas y números, salidos de anaqueles donde se recogen estadísticas para ponerlas al servicio de la propaganda institucional, sin que sea verdad que la franja de pobreza haya disminuido, que la brecha social es menor, que la equidad es ahora más notoria, que la injusticia social en que vivimos bajó y que los colombianos pueden vivir en mejores condiciones que antes.
Ya está en la batalla el político “coscorrón”. A su lado, el escudero parecido a Sancho, aunque carente de su ingenuidad y bondad, dispuesto a verlo enfrentar molinos de viento, para poder hacer que se cumpla el lastre que llevamos, con el que los derechos a ser políticos se heredan y a ser presidente también. Los veremos recogiendo firmas, para que no los relacionen con los partidos corruptos a los que pertenecen, porque en Colombia toda la política es un ejercicio de “decencia” al revés, como la “R” de un cambio que no será radical. Al lado del hombre ñoco, su escudero insaciable, lo defenderá de la escuálida transvestista política, que también irá por firmas, porque salida del Conservatismo, que le ha dado lo poco que es, continúa como la veleta que se ha unido a cuanto partido hay, en procura de obtener una elección que afortunadamente, hasta ahora, le ha sido negada.
Como ya nadie respeta los partidos, hacen malabarismos políticos sin quién los sancione o se los impida. Asistiremos a una comedia de candidatos elegidos con recolección de firmas. La nación de los recolectores de firmas y basura.
Y se lanzará al Congreso don Óscar Tulio Lizcano, el filósofo de Riosucio. Estamos ya en el parto de una nueva famiempresa política. Ya hablaremos de eso.
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