Sabemos que las ansias por el poder son la fuente de la que nacen todos los desvaríos, despropósitos, defectos, necedades, actos carentes de honestidad y pudor que hacen parte del comportamiento humano. Síntomas de seres enfermos con prepotencia, tanto en lo personal como en lo social.
La tendencia psicopática de los que conforman buena parte de los partidos políticos, en Colombia y el mundo, es una realidad que pasa desapercibida, pero que se ha demostrado con evidencia, es mayor en los que tienen la política como una actividad realizada sin objetivos sociales, solo preocupados por demostrar que tener poder es fuente inagotable de riqueza, sumisión y servilismo.
La neurofisiología ha demostrado la activación de señales transmisoras en el núcleo accumbens del cerebro, procesando deseos y necesidades para hacerlos realidad. Es un apetito insaciable, con un comportamiento que parece normal, en los que dedican su vida a la búsqueda de poder, riqueza o dinero. Visto con observación rigurosa demuestra un crecimiento paralelo a la tendencia psicopática. Se sabe, mediante pruebas tomográficas de emisión de positrones, que esas personas responden liberando altas cantidades de dopamina en esa parte del cerebro, cuando se les administra un estimulante anfetamínico, que simula la condición en la que actúan a su antojo para manejar lo público, en supuesta representación de los que los eligen.
Esas relaciones muestran una faceta impulsivo-agresiva psicopática y otra manipulativa-insensible, sin depender de otra de las medidas usadas. Es un resultado ajeno a la actividad cotidiana de la gente común, que no tiene intereses distintos a los de tratar de salir adelante, trabajar honestamente, ganarse bien y dignamente la vida con el trabajo cotidiano, sin cambios producidas por la promiscuidad, ni el contagio que producen las ansias desaforadas de ganancias, la sensación perversa de tener el poder y la convicción de dominio sobre los otros.
La satisfacción de los que no hacen parte de esos clanes, la “gente normal”, no tiene la dependencia enfermiza de la utilidad obtenida con maniobras, que para esa clase dominante y sin escrúpulos son las normales, pero que son en realidad fuente de muchos delitos, violaciones de la ley, afrentas a la justicia, desafiando sin recato, los principios elementales que rigen una sociedad justa y decente.
La biología muestra que en el camino para alcanzar niveles altos de poder político dominan los que tienen condiciones para el “bandidaje parasitario”. Los astutos, dominantes, crueles, persuasivos, falsos, manipuladores y audaces son óptimos candidatos para situarse en posiciones de ventaja en las luchas por el poder. Ese comportamiento enfermizo depende de propiedades casi imperceptibles en los circuitos neuronales y de múltiples cambios hormonales.
Entre los políticos de renombre, y también entre los de segunda y tercera categoría, hay una incontable proporción de delincuentes disfrazados de servidores de la comunidad. En la política hay una caterva de delincuentes que se visten con trajes sofisticados, tienen escoltas, carro oficial, que disimula su tendencia a ser deshonestos, cosa que solo sale a la luz pública, de vez en cuando, cuando se destapan los casos de corrupción desaforada. Es así y probablemente no va a cambiar. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo es consciente de ello. Quienes ocupan puestos importantes en el gobierno, no suelen ser los más sabios, imaginativos, prudentes; tampoco los más generosos, esforzados, responsables o bondadosos. Al contrario, los “mandamases” suelen ser individuos avispados, cínicos y farsantes, que se aprovechan de las necesidades insatisfechas de los que siguen sus órdenes, llevados por la ilusión de un futuro mejor, que sienten los seres humanos.
Estamos hoy, sin más espera, en la obligación inaplazable de cambiar a la mayoría de los políticos que tenemos en Colombia, asumiendo nuestro papel de ser sus vigilantes y verdaderos patrones, para que los que nombremos manejen por nuestro encargo este país y su futuro con honestidad y sin trampas. No podemos tolerar más corrupción.
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