En un país en el que la corrupción es dama de honor, las oportunidades de vivir dignamente, para las mayorías, son casi nulas. Vivimos a la deriva pensando con ingenuidad que el progreso lo dan vías 4G, aeropuertos grandes, comunicaciones rápidas, megaempresas con más ganancias en menos manos, bancos con intereses altísimos que superan el IPC, privilegiados que pueden tener acceso a todo, porque tienen con qué pagarlo.
Parece cierto, pero es una verdad a medias, que se convierte en mentira completa, cuando enfrentamos la vida diaria y vemos lo que pasa en Colombia, día tras días, sin que se muestren cosas distintas a las de la corrupción y los corruptos, a la de los indignos, a la de los que todo lo tienen, haciendo cierto el principio: la riqueza de unos pocos es la causa de la pobreza de muchos otros, miles, millones de otros. En fin, vivimos para acumular y perdemos la vida en ese propósito, que no nos deja tiempo para experimentar lo simple, lo que produce verdadera alegría y felicidad interior.
¿Podemos hablar de un país que tiene vocación de desarrollo, cuando vemos, millones de colombianos sin trabajo, niños sin oportunidades de educación, jóvenes sin un futuro prometedor, mujeres maltratadas, muchas asesinadas impunemente en un país “pa' machos”; de colombianos discriminados por la sinrazón de la raza, el sexo, la religión, la política? ¡No!
Un país solo comienza el camino del desarrollo, cuando tiene educación, cuando tener acceso a ella no es un privilegio de minorías, cuando sea universal, cuando no haya niños en la calle, ni limosneros por necesidad o por oficio, ni ancianos sin hogar abandonados por sus familias, ni gente sin acceso oportuno y completo a la salud. Si, así, sin muchas otras cosas más y sin oportunidades.
Tampoco es viable un país en el que los grandes empresarios y los multimillonarios pagan poquísimos impuestos en proporción al común de la gente. En un lugar en el que las cargas tributarias recaen en la franja de la clase media que trabaja, para un mejor vivir aparente, a sabiendas de que es la que en realidad subsidia todos los desmanes económicos de nuestra destartalada sociedad y de nuestro mal llevado sistema democrático. Porque la verdadera democracia es una cuestión de bienestar común y no de bienestar particular y selectivo, a espaldas de un malestar generalizado en grandes franjas de la población, abandonada por todos los sectores, sin que a nadie parezca importarle.
Las urnas transparentes son comedias de circo, donde se hace magia para contrataciones estatales que violan de entrada las reglas del juego. No hay formación académica suficiente para los colombianos, ni hay interés verdadero en proteger a los menos favorecidos, en un país que vive de promesas no cumplidas, de propaganda oficial que muestra un país, que no es el de las mayorías, de una Patria que no nos duele de verdad.
Dicen que un colombiano tiene “malicia indígena”. Eso lo debemos a la cultura del culto al “Yo”. No importan los otros. “Yo” tengo que estar bien, aunque estar bien represente pisotear al otro, aunque sea al amigo, con el concepto de amistad, metamorfoseado y convertido en complicidad. La gente cree que es amiga cuando es cómplice.
Solo cuando le pongamos coladero a los políticos corruptos, inhabilitándolos de por vida; cuando sancionemos ejemplarmente al industrial o al comerciante tramposo; cuando castiguemos al burócrata que pasa el límite y se convierte en un enemigo de la sociedad, impidiéndole por siempre desempeñar cargos públicos; cuando los verdaderos dueños del país que somos los colombianos, le pidamos cuentas a los “mayordomos” que hemos dejado manejen nuestro terruño. Cuando los corruptos sepan que la justicia no es juego, que su mazo rompe todo el esquema de delincuencia que practican; cuando los jueces sean probos, cuando los médicos sean honestos, cuando los arquitectos y los ingenieros no sobrevaloren los costos de las obras, cuando no haya que pagarle “peaje” a alguien para poder trabajar. En fin, cuando los intermediarios sin escrúpulos sean erradicados de cualquier actividad económica, en la que puedan hacer actos de corrupción que no tienen freno.
Ese día; solo ese día, Colombia podrá decir que ha progresado. Mientras tanto, son palabras vanas de políticos que no cumplen lo que grabaron en mármol, de los que convirtieron el bello arte de la política, en una cloaca, llena de mierda y de podredumbre.
Tenemos que comenzar ya. No podemos esperar a que nos dejen sin nuestra Patria todos los inescrupulosos y deshonestos que nos rodean.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015