Con esas palabras, respondió Seuxis Paucias Hernández, o Jesús Santrich, en una entrevista que le hicieron en la que con tono desafiante, mostrando todo su cinismo, se burla de la gente y convierte en mal chiste, lo que era una entrevista seria.
Las palabras son tomadas de una canción escrita en 1947 por el compositor cubano Osvaldo Farres. “Siempre que te pregunto, que cuándo, cómo y dónde, tú siempre me respondes, quizás, quizás, quizás...”.
La burla y el cinismo de Santrich, hoy le cobran con intereses de usurero sus desmanes y su evidente mal humor, para una situación que era seria. Como la vida no se queda con nada, cuando salía de la cárcel en silla de ruedas, esperado por seguidores, que como hinchas de barras bravas hacían una alegoría a la libertad que recobraba el exdirigente de las Farc que se acogió al proceso de paz. Dijo que se posesionaría en el Congreso. Pero no contaba con la acción rápida del CTI y de la Fiscalía, para notificarle, ya fuera del recinto carcelario, una nueva orden de captura por concierto para delinquir y narcotráfico.
El episodio truculento que se produjo en torno a su liberación y posterior captura, demuestra los vacíos que tenemos en los entes de control, que no actúan de manera coordinada e impiden con sus omisiones o reserva de información privilegiada, que la justicia pueda hacer su trabajo sin trabas y sin problemas. Siempre hay una talanquera infranqueable que termina convirtiendo lo que era claro en una madeja enredada, con la que se quiere quitar legitimidad a la JEP, maniatarla, para que no pueda tener todos los elementos probatorios, para después salir a criticarla, cuando los que la desprestigian son funcionarios de altísimo nivel, que con sus actuaciones dificultan el verdadero ejercicio de una clara determinación, por falta de respuesta a los requerimientos solicitados, para que el final hubiese sido distinto al de la libertad, y se produjera su efecto lógico que era la extradición.
Néstor Humberto Martínez aprovecha la situación para renunciar al cargo, aduciendo motivos éticos y morales que le impedían aceptar el exabrupto. Entonces comienza su andanada para desprestigiar a la JEP y llama a la protesta colectiva, sin importarle que una persona que rige el ente más importante en el engranaje del sistema judicial, no puede llamar a este tipo de reacciones, que van en contra de todos los principios jurídicos que rigen los Estados de Derecho.
¿Si tenía todas las pruebas, por qué no las aportó para evitar ese desgaste inútil e inmerecido de la rama judicial? ¿Por qué permitió llegar a ese extremo una situación que aparentemente era clara y llena de pruebas que se negó a compartir ante la solicitud de los otros interesados en tenerlas para resolver el caso? Hay mucho de show mediático con el que se demuestra que la paz no es importante, aunque con hipocresía zalamera digan que sí les importa, en un país en el que la guerra es “el mejor negocio”, la forma más simple y fácil de mantener la situación de incertidumbre en que vivimos, a la que estamos sometidos hace decenios, con muy pocas soluciones que sean visibles, con muchos colombianos que en forma injustificada han perdido su vida en este maremagnum de acciones demenciales de grupos al margen de la ley.
Si a este filón inagotable de insurgentes, delincuencia común, paramilitares, Bacrim, que matan al por mayor, haciendo que este país sea una fuente inagotable de violencia, en la que los menos favorecidos son los que van a la batalla y entregan sus vidas inútilmente, en una guerra que hasta ahora solo ha dejado desolación por todos los rincones de Colombia.
Quizás, quizás, quizás, Santrich crea que puede seguir burlando la justicia y la legalidad, pero todo indica que terminará en la celda en la que debía estar hace mucho tiempo, con traje naranja y barrotes infranqueables, detrás de los cuales pagará toda su felonía y su cinismo. La extradición lo espera con ansias, para ponerlo a cantar.
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