El país no podría ir peor. Tenemos un aprendiz de presidente. Está improvisando en todos los terrenos. La economía, que se promocionó como “naranja”, no pasa de ser sarmiento agrio. La inclusión social con la que conquistaron muchos incautos, no es cumplida, porque la igualdad de derechos no es una prioridad para el actual Gobierno. No lo es para el que hay detrás, que es en verdad el que da las órdenes y manda, en un país donde “Él” recoge la cosecha de su violencia, sembrada meticulosamente con el argumento, falso por demás, de acabar con el terrorismo. No se puede acabar con el terrorismo con terrorismo.
La investigación y castigo con cárcel, prometida para el candidato al que se le demostraran acciones ilegales o compra de votos, así fueran cometidas por los que hacían parte de su campaña, como lo aseguró en un programa de “televentas” político, no pasó de ser la alocución de un novato, que no tiene palabra y no cumple sus promesas, que no eran más que las palabras de su titiritero, un embaucador curtido en las lides políticas, con cara de monaguillo, voz entrecortada y bajita, apaisada, detrás de la que se esconde una personalidad violentísima, que solo puede salir de un sociópata que ve este país como su finca, su gran hacienda, en la que él manda y puede hacer lo que le venga en gana.
Después de haber ganado las elecciones con mucho tramposo y las irregularidades en la Registraduría, el que era un novato, se tiñó el cabello de blanco para parecer mayor, sin que con eso hubiera podido teñir de cultura o conocimiento su cerebro virgen, lleno de viruta política adquirida recogiéndole quien lo escogió, no por ser el más preparado, ni el más inteligente, sino porque era el más obediente, el más servil, el más fácil de manipular, en ese grupo político lleno de medianías y nimiedades.
Esos “don nadie” que se ufanan con vana gloria de ser los parásitos políticos, de los que está infestado el grupo, sin que alguien se atreva a detener esa plaga, que tanto mal le ha hecho a este país en tan poco tiempo. Lo pueden hacer porque cuentan con la adhesión incondicional de los que dicen defender ideas distintas y conformar grupos políticos con ideología diferente, pero que no pasan de ser comerciantes de la politiquería, en los que se venden al más bajo precio, impuesto por el único postor, para recibir las gabelas y regalías con las que los llenan de la mermelada que tanto criticaron, pero que hace parte de su dieta diaria, como aperitivo indispensable, en la ejecución de su indigno “papelón” como representantes de sus engañados electores.
Quieren cambiar todo el orden y la Constitución, porque ellos viven en una burbuja de tiranía, que no reconocen, esa en la que someten a mayorías a todo el cúmulo de sus erróneas políticas económicas, sociales y culturales, convirtiendo lo que una vez fuera “Patria Boba”, en la reedición de un feudo, lleno de injusticias, desigualdades, trampas y tramposos, que hacen su agosto todos los meses del año, reescribiendo una historia de “Patria Loca”, en la que agrandan las brechas sociales, mantienen marginalizados a los desposeídos, no tienen preocupación por los menos favorecidos y solo están interesados en mantener el poder en un círculo de politiqueros enfermizos y delirantes, que no se inmutan con las realidades de un mundo que ya no sigue esos principios, ni cree en esas promesas.
Por eso, ante la falta de racionalidad y de buen juicio en la ejecución de lo público, nos someten a vivir la realidad paralela de una dictadura hipócrita e indecente, que concentra todos los poderes, maneja todos los controles, no tiene peajes que detengan ese atentado contra la “república” que nos legaron nuestros antepasados, cuando nos independizaron del yugo que teníamos como colonia española.
Al “aprendiz” lo vamos a recordar siempre, para que en la memoria de las nuevas generaciones quede grabado lo que no se debe ser como persona, como empleado, como gobernante, como presidente o como funcionario público. Porque tarde o temprano les quitaremos el poder a esos mediocres que hoy nos manejan y a sus “cómplices”, que amparados en banderas políticas distintas les siguen el juego, porque sacan provecho.
No es posible que tengamos que aceptar un destino impuesto por inescrupulosos para mantenernos en el peor de los atrasos en el orden social, sometidos y con libertades condicionadas a la obediencia y la sumisión. No, eso puede hacerlo el aprendiz, pero no tiene que ser el destino de la mayoría de los colombianos que evidentemente son distintos a él y a su manipulador detrás de bambalinas.
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