La jornada electoral para la que nos preparamos, no nos traerá nada distinto a todo lo que hasta ahora hemos tenido, como resultado de elegir entre unos candidatos aparte de lo peor que tenemos como sociedad y como país. Las candidaturas se multiplican en forma exponencial, porque saben que en el “poder” está la fuente inagotable de riquezas, de bienes públicos de los que se aprovechan, para llenar sus bolsillos. Así pueden salir de los cargos, ricos, muy ricos, sin que en general les pase nada.
Los controles que tenemos para investigar, denunciar, judicializar y sancionar a los que se enriquecen con los dineros de los contribuyentes, son tan poco útiles, como olímpicamente despreciados. No parece que tuviéramos frescos en la memoria, los escandalosos enriquecimientos de políticos que se convirtieron en los protagonistas de “la gran estafa”, una tragicomedia de nuestra vida cotidiana y de nuestro acontecer político.
Ahora los candidatos, prometen de todo, a sabiendas, de que pocos de ellos tienen la capacidad gerencial para conducir los destinos de nuestros distintos entes, en beneficio de la gente, no con el animo, notorio por demás, de enriquecerse a sí mismos, a sus amigos y a sus familias, amparados en esa impunidad de la que gozan, con la que se burlan de todos los ciudadanos, los que trabajan, sudando y haciendo su labor cotidiana, para ganar el sustento y mantener de manera digna a sus dependientes.
Esta Colombia no viable, en la que la corrupción es la reina impune y descarada, es una Colombia construida por políticos que salidos de la nada, producen vergüenza. Eso no pasaría en una sociedad medianamente informada, sería algo inaceptable; pero en la nuestra, en la que la pobreza es un mal de mayorías, la desigualdad es infranqueable, no produce reacciones, porque el poder con el que se embriagan los que lo acumulan para ellos y los suyos, manejan todas las esferas y controlan todos los frentes, permaneciendo la mayoría de las veces en una absoluta y muy poco honrosa situación de privilegio, que los blinda contra todo intento de someterlos al escrutinio de lo público, para que respondan por sus fechorías y sus mal habidas fortunas.
Llevamos 200 años de vida republicana, repitiendo el mismo cuento, con actores que no se diferencian en nada de los que los antecedieron. Los de ahora son mas sofisticados, conocen mejor la artimaña y el engaño. Utilizan el poder para engañar y obtener benéficos que solo los favorecen a ellos, apoderándose de lo público, amarrando contratos, con los que seguirán ordeñando una Colombia, que no resiste más que se la roben, se apropien de ella y hagan lo que les venga en gana.
Pero esa realidad tiene que cambiar. Solo lo hará en la medida en que los electores comiencen a estrenar su dignidad personal y se conviertan en los que controlan a los que nombran, para impedirles que sigan robando, con impunidad y sin castigo. Las raíces están ya arraigadas. Nos falta la determinación de ser proactivos en defensa de lo que es de todos, impedir que se apropien sin vergüenza alguna de nuestros recursos y nos condenen a seguir el camino del subdesarrollo y la desigualdad, barrera infranqueable para que sean controlados por los ciudadanos, que son los verdaderos dueños del poder.
El primer paso es convertirnos en los ojos vigilantes que estarán atentos a las actuaciones públicas de los hombre públicos, de los burócratas, de los que obtengan el poder, para que sepan que cada vez será mas difícil adueñarse de lo que pertenece a otros, so pena de ser sometidos al escarnio y a penas ejemplarizantes, sin que puedan manosear más la balanza de la Justicia. Los poderes tienen que llegar a ser absolutamente independientes, sin que se deban favores, que se pagan con impunidad ilimitada.
Para los que creemos en la democracia como el pilar fundamental sobre el cual se levanta una sociedad donde reine la justicia social, el momento de actuar es ahora. Todos los ciudadanos tenemos la obligación de ser celosos vigilantes de los recursos públicos y del comportamiento de los empleados públicos. En definitiva somos sus patrones, aunque ellos nos hayan puesto en condición de súbditos, teniendo que conformarnos con ver inanes el acontecer, sin que crean que pueden tener quien les ponga freno.
Estamos en época preelectoral. No les coma cuento, compruebe sus antecedentes, averigüe por su pasado, esculque sus patrimonios; así podrá ejercer control sobre ellos. Recuerde que a lo único que le tiene miedo un político en Colombia es a que le quiten la máscara y lo empeloten abiertamente, para someterlo al escrutinio popular. Podemos comenzar a hacerlo ya. No sigamos postergando esa obligación moral que tenemos con nuestra amada Colombia.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015