Los políticos en campaña prometen de todo. Cumplen poco, si cumplen algo. Es una costumbre enraizada, que se debe comenzar a cambiar. Se necesitan acuerdos de la ciudadanía en procura del bien común, razón de ser del ejercicio político en una democracia. Comenzamos un análisis, bien fundamentado, pero que es una opinión, y no obliga a estar de acuerdo. El ciudadano examina para saber qué hacen con su dinero. ¿Cumplen lo que prometieron? ¿Con una pandemia puede seguir manteniéndose lo que se propuso?
Los planes de desarrollo reflejan compromisos electorales. Pero cambiando las condiciones en las que vive una población debe tenerse responsabilidad ética y política para replantear los mismos. El alcalde Marín es amigo del espectáculo, al estilo de “Don Francisco”, pero con la actitud de “Laura de América”. Para él, el covid-19 pasó por su plan de desarrollo, como el rayo de luz por el vidrio, sin romperlo ni mancharlo. Le presentó a un Concejo interesado en aprobarle todo, sin evaluar cómo se produciría la reactivación económica, en Manizales, empobrecida y desmoralizada. Programas que le dan la espalda a la realidad. Sus proyectos bandera: diamante de cables, reencauche del TIM y ciclorruta, sobresalen sobre el resto de “cháchara”, sin que aterrice y concrete algo de verdad importante.
Hablaremos, para comenzar, de los cables, pues fuera de ser los más visibles, les dio énfasis en campaña. En la última semana de julio, en sesión del Concejo presentaron un proyecto de acuerdo (008 del 15 de julio/2020) pedían autorización para adicionar 4.500 millones, de los cuales 4 mil eran para sostenimiento del cable. Infimanizales fue autorizado para tapar el roto. Solo una concejal señaló algo bien conocido: el “hueco” presupuestal enorme que dejan los cables a la ciudad. Ese lujo solo se lo puede dar Manizales, municipio pequeño, si es una necesidad indispensable para grupos poblacionales muy vulnerable. En el 2008 ya lo había dicho, era una copia de lo que hacían en Medellín, pero allá servía para movilizar poblaciones muy vulnerables y marginadas, que vivían en laderas y no tenían acceso a transporte público. Solo tendría justificación si beneficia a los que verdaderamente lo requieren, que por condiciones de urbanismo tienen dificultades insuperables de movilización, transporte deficiente, cuando no inexistente. Hoy tenemos 2 líneas, Los Cámbulos-Centro, ejecutada por Rivas, que serviría para recibir los viajeros (sin maleta) que llegaran a Manizales. Después se hizo Los Cámbulos-Villamaría, propiedad de los dos municipios.
¿Se necesitaba en ese municipio? No es la discusión. Que Manizales tuviera que invertir y mantenerlo para beneficio del vecino, no es lógico. Ahora plantean una tercera línea para barrios que no tienen necesidades de transporte insatisfechas. Tienen hace años servicio de varias empresas. En esos barrios mejoraron los ingresos de sus habitantes, hoy muchos tienen sus propios vehículos. Tienen más problemas por parqueaderos que por oferta de transporte.
¿Qué va a resolver la nueva línea del cable? ¿Impulsará la economía? ¿Pueden demostrarlo? Los cables son traídos por extranjeros, con personal entrenado que viene con ellos. Necesitan pocos obreros para terminar la obra gris. Después los habitantes de Manizales comenzarán a pagar la cuenta. Sabemos que son fortín político y caja menor de algunos funcionarios, como bien lo mostró el alcalde Octavio Cardona.
El transporte público en Manizales debe ser autosostenible (se necesitan 600 mil habitantes para beneficiarse de subsidios). Trasladarle la carga económica a los transportadores quebraría a unos y a otros. No creo que las empresas de transporte se vayan a “suicidar” económicamente. De imponerlo, las demandas e indemnizaciones crecerían como espuma.
La ciclorruta, una “ciclobanda”, es otro desacierto del feriante. Expone a riesgos innecesarios a ciclistas y peatones, causa malestar de conductores. Un absurdo que solo cabe en la cabeza de quien conoce los “atajos” que burlan la norma, porque sabe que aún no existen regulaciones; eso le permite montar esos adefesios. Los ciclistas avezados saben que es una trampa, “Donde las águilas se atreven” dicen. Los aficionados están resignados, pero no lo comentan: ¿Quién se atreve a criticar lo que hace el alcalde? Mientras tanto del ejército de “bots” salen como hambrientos caníbales a devorarse vivo a quien ose cuestionar las últimas payasadas de su histriónico ídolo. Lo advertí con “El principito” y lo vuelvo a advertir ahora con “El bufón”: es un gasto innecesario. La ciudad tiene necesidades y prioridades urgentes e impostergables. Hoy más que nunca, ante la eventual reactivación post-covid, brillan “las propuestas concretas” del alcalde en su plan de desarrollo, pero “ese plan es un embrollo”. Recuérdenlo.
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