Nos acostumbramos a las noticias del comportamiento de la pandemia que nos presentan cada noche en los medios informativos, en los canales de televisión y en el nuevo formato de “Prevención y Acción”, una especie de “Aló Presidente” creado por Iván Duque, para mostrarlos una deshilvanada y repetitiva muestra de improvisación, lejana de la lógica que tiene la copia extendida del “Minuto de Dios”.
Allí dan datos y hacen aparentes conversaciones neutrales y bien fundamentadas, para entregar la información que quieren que se sepa. No importa si es fruto de un análisis juicioso y transparente basado en evidencia, o si es la estadística que el gobierno quiere presentar para justificar cada determinación que toma, con carácter de urgencia, sin que se haya definido “la urgencia manifiesta”, para de forma solapada hacer pasar a segundo plano la realidad de lo que está sucediendo.
Son un cúmulo de gastos, de contratos multimillonarios, que no pasarían el cedazo de la crítica y el buen juicio, a los que en estricta ley les deberían pasar claramente los motivos, necesidades, justificaciones y costos de los mismos.
Pero en la “Polombia” de Duque todo es maquillado, todo tiene tinturas, mucho más intensas que las utilizadas para desteñirle el cabello y volverlo canoso, con el fin de darle un aire de “viejo” conocedor de los problemas nacionales, a sabiendas de que es un principiante escogido a dedo por el gran titiritero. Y esa peculiar tendencia al maquillaje de lo público que ha demostrado tener en lo político, es la que sirve para que escondan la verdadera dimensión de lo que hacen, con el aplauso de las barras bravas, que fanáticas al fin y al cabo, carecen de racionalidad y de buen juicio para hacer un verdadero control político al gasto de los dineros de Erario.
Se han malgastado miles de millones de pesos en improvisación y malversación de platas ajenas, que por dignidad y transparencia deberían estar previamente publicadas y ser conocidas por los ciudadanos, los entes de control y las veedurías, a fin de que no se conviertan, como ha pasado, en el monumento más grande a la forma de dilapidar y tirar a la caneca los recursos del Estado. Sabiendo que la caneca aquí es el carro recolector que tienen los corruptos para quedarse con los recursos de la gente.
Pero el virus vino no solo para causar estragos, infectar poblaciones enteras, confinar multitudes y dejar muchos muertos, sino que, haciendo gala de una especial capacidad de transmisión y contagio, ha dejado ver el grado de improvisación, la manera estulta y absurda como se manejan inversiones que sobrepasan los supuestos beneficios que se podrían obtener con ellas.
El virus vino para demostrarnos no solo su capacidad facilísima de transmisión y contagio exponencial, sino para dejarnos ver la poca conexión entre los poderes para hacerle frente. Gastos excesivos con los que se construirían hospitales enteros y bien dotados, malbaratados en la adecuación improvisada y multimillonaria de centros de ferias, que no solo han demostrado no haber sido necesarios, sino que además terminarán desechados cuando pase la pandemia, porque no son reutilizables y no pueden adaptarse a una infraestructura sanitaria, que ya es precaria, esa que se habría beneficiado mucho, si los que ordenaron esos gastos, estuvieran preocupados de verdad en mejorar la infraestructura que existe o ampliándola, sin desperdicios injustificados.
En fin, como bien lo dijo Elke Weber, del Departamento de Psicología de Princeton, “estamos evolutivamente conectados para pensar en el aquí y en el ahora, somos malos en esas decisiones que requieren planificar el futuro”.
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