“¿De qué me hablas, viejo?”. Esas fueron las palabras despectivas con la que Iván Duque Márquez, respondió a una pregunta que le hacía un periodista, que quería entrevistarlo. Nada más arrogante y salido de tono, teniendo en cuenta de quien se trata. Pero esperable en alguien que ocupa una posición, que hace que sepamos de quien se trata, un improvisado e insuficientemente preparado joven impuesto a dedo por un conocido expresidente, el del “aboganster”. Llevado a esa calidad, al parecer no con hilos de títere, sino con cadenas, de las que hoy parece no puede zafarse. ¿Será eso, o será que no quiere zafarse? ¿O será que no tiene las capacidades intelectuales y éticas para hacerlo?
Para ser presidente de una república, por más subdesarrollada, desigual e injusta que sea ella, se necesita mucho más que haberse aprendido de memoria discursos de políticos, en ese ejercicio al que voluntariamente lo “sometía” su padre (QEPD), Iván Duque Escobar, el abogado de la Universidad de Antioquia, padre con Claudia Samper Mejía, de María Paula Duque Samper; con Juliana Márquez Tono de Andrés e Iván Duque Márquez y esposo de su tercera y última esposa, la madre de Nicolás Acevedo Barreneche, Leonor Barreneche, con quien pasó sus últimos años.
Por supuesto, para ser presidente se necesita muchísimo más, que saber hacer 21 “cabeceando”, improvisar como un aprendiz para tocar guitarra, saberse la talla de los crocs de su mentor, fungir como cantante de calidad cuestionable. Se necesita preparación intelectual, conocimiento del país, una formación académica que evidentemente no fue aprendida en la Sergio Arboleda, ni perfeccionada en los falsos postgrados con los que se promocionaba, realizados en Harvard, lugar al que asistió por unos pocos días. Para ser presidente se necesita mucho más que eso. No basta tinturarse su cabellera para volverla canosa, dando la impresión de que no es el joven improvisado e inexperto que nos gobierna.
No, para ser presidente de una república, por subdesarrollada y bananera como es esta, se necesitan muchas más cualidades, más fogueo que haber sido asesor de un Ministro de Hacienda, consultor de la CAF, o consejero en el BID, en la Corporación Financiera de Inversiones IIC, el Fondo Multilateral de Inversiones del grupo BID, sin olvidar que fue jefe de la división de Cultura, Creatividad y Solidaridad.
Tampoco es suficiente haber sido asesor de un expresidente hoy “sub judice”, dedicado dicen, a la defensa de la democracia y promoción de Colombia en el exterior; ni asesor de la ONU. Mucho menos ser autor de “Maquiavelo en Colombia”, que bien podría ser una especie de autobiografía, teniendo en cuenta sus ejecutorias. Ni haber escrito “El futuro está en el Centro”, para terminar comportándose como un mandadero de una derecha que siendo extrema, quieren pintar de colores para que pase desapercibida. Mucho menos ser coautor de “El efecto naranja”, con el cual vendió la idea de una economía basada en ese jugo cítrico (Citrus sinensis, auratios o una de las 1.600 especies que la componen), sin que sepamos a ciencia cierta cuál es la que tiene en acción entre nosotros.
¿En dónde estás parado, viejo? Se le olvidaron las promesas preelectorales, sin contar con las groseras irregularidades de la Registraduría, con las que sedujo tanto incauto, prometiéndoles una mejor y más equitativa redistribución de la riqueza, un programa de regularización y estabilización del trabajo, un derecho a la protesta para manifestar desacuerdos, un compromiso bien repetido de que “El que la hace, la paga”, no subir impuestos a las textileras, o el “yo tengo una obsesión, y es que podamos avanzar con la universidad gratuita”, promesa que dijo que tendría una cobertura para más de 300.000 estudiantes de bajos recursos, resumida después de su posesión en la lapidaria frase: “Este país tiene que dar el salto hacia la gratuidad para los sectores más vulnerables para la población en la educación superior”. ¿Cómo pudo olvidar su promesa de “Necesitamos recuperar nuestra economía, cero derroche, un Estado austero y eficiente que nos permita bajar impuestos y subir salarios”? ¿No le dará vergüenza incumplir su compromiso con los acuerdos de paz?
Ni hablar de sus falsas promesas sobre el fracking, después de haber jurado “proteger, preservar, salvaguardar el medio ambiente colombiano”. Esas son solo algunas de las promesas falsas e incumplidas con la que este “aprendiz” engatusó a la gente. Viviendo la realidad que tenemos, no cabe más que preguntarle: “¿En dónde estás parado, viejo?”
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