Contra lo pronosticado por la mayoría de medios de comunicación, agentes serviles al servicio del agonizante régimen, la victoria del Pacto Histórico fue reconocida por todos los estamentos gubernamentales, los estafetas que le servían como desinformadores y manipuladores de opinión, los partidos políticos y la comunidad internacional, sin objetar el triunfo, aceptándolo como una nueva realidad en el contexto político de Colombia, América y el mundo.
La victoria fue reconocida a los 59 minutos de terminada la elección, cuando el Registrador salió para reconocerlo como un hecho sin reversa, ante la mirada atónita de la mayoría de los periodistas, que estaban presentando los resultados. La emoción de millones de colombianos se tomó las calles de todos los rincones de la patria, con algunos inconformes, que no querían dar crédito a lo que estaba sucediendo.
El reconocimiento fue rápido, sin dilatarlo en el tiempo, para no tener que someterse a la revisión de los votos, que mostrarían que el resultado del triunfo era abrumadoramente mayor, el perdedor había tenido millones de votos menos de los que dijeron y que Colombia entraba por primera vez en su historia de vida republicana a ser manejada por un grupo ajeno a las desgastadas castas políticas de una derecha extrema y deshonesta, que la manipuló sin pudor alguno, con gran deshonestidad y con infinidad de actos ilegales e ilícitos, que nos mantenían como un país de “democracia” de derecha, que muchas veces y por décadas fue tan siniestra.
Contrario a lo que se esperaba y promovía, el resultado fue aceptado por la mayoría, sin actos de rechazo y con plena conciencia de que tenían que reconocer que habían sido derrotados, contra lo que esperaban los partidos políticos y el software que no permitía auditorias, contrariando los derechos fundamentales y la verificación ciudadana de los resultados.
Eso ya es historia. Ahora estamos ante la realidad del advenimiento de un nuevo gobierno, que esperemos sea austero, decente, diligente, justo, estricto en el control de lo público, preocupado por las verdaderas necesidades de la población colombiana, especialmente por las que siempre han sido marginalizadas y sometidas a la peor de las vidas, en condiciones de pobreza extrema, sin que sus necesidades fueran atendidas como prioridad política, sus condiciones de vida repensadas como pilar fundamental para la organización de una nueva era, en la que se hagan realidad los principios Constitucionales de la CN del 91, que en los Título I, II y III, De los Principios Fundamentales, dice:
Artículo 1. Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general. Artículo 2. Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo. Artículo 3. La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución establece.
Estamos en este momento en los protocolos de entable, para que Iván Duque, el peor presidente que ha tenido Colombia en toda su historia, se retire del cargo que ocupó con muchos cuestionamientos y tanto desatino; se dedique a disfrutar del buen retiro que le espera, mientras no haya autoridades decididas a investigarlo y revisar con lupa cada uno de sus actos, sus desafueros y su manera cínica de malbaratar los recursos públicos contra la voluntad de una sociedad que atónita, no lo podía impedir, en medio de tanta desazón, por la utilización desmedida de la fuerza y la falta absoluta de control de los organismos creados para hacerlo, que le sirvieron como aliados y no como contrapeso, ejerciendo su función de control como está establecido en nuestro país.
Esto apenas comienza, estaremos vigilantes.
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