“Si hemos sido capaces de cambiar el mundo
natural, que no hicimos, que ya estaba
hecho, si mediante nuestra intervención
hemos sido capaces de agregar algo que no
existía, ¿cómo no vamos a ser capaces de
cambiar el mundo que sí hicimos, el mundo
de la cultura, de la política, de la
explotación y de las clases sociales?”
Paulo Freire
Cada día estamos más cerca del principio del fin. Nos acercamos sin que puedan impedirlo, a una nueva concepción de la política como arte noble, ejercida por hombres y mujeres decentes y honestos, preocupados por hacer de esa actividad, una profesión limpia, sin trampas, despojada de intereses particulares, para comenzar a ejercerla con apego a su verdadero fin, que es el de servir a los pueblos y lograr un mejor nivel de vida para todos los habitantes de un país.
La mayoría de los cargos públicos en Colombia no son por méritos, ni convicciones de interés general; son parte de una actividad convertida en un negocio sucio y asqueroso, con el que han podido hacerse a fortunas, fuera del radar de los que controlan, ya sea porque las esconden, las ponen a nombre de terceros, o las sacan del país, sin control, sin retenes y sin sanciones ejemplarizantes, en una sociedad que se acostumbró a ver la corrupción como parte del cotidiano.
Eso es injusto con los funcionarios públicos que son transparentes, honestos, decentes y probos. Lamentablemente son aplastados por una mayoría que los hace pasar desapercibidos o los anula, para desgracia de nuestra nación. Tenemos que reconocer que esos que no hacen parte de la corrupción en que vivimos, merecen todo el aplauso y reconocimiento de los ciudadanos, porque gracias a ellos encontramos un poco de luz en medio de esta oscuridad en que vivimos, abrumados por los mercaderes de la actividad política, que la han degradado a puntos impensables de deshonra.
Esas mayorías corruptas, desde el puesto más importante de la República para abajo, son una calamidad pública, con un poder inmerecido, respaldado siempre con mucha represión y violencia, para acallar a los que se atreven a ponerlos en evidencia, usando todo el aparato estatal que los aplasta, acompañados de sirvientes que los judicializan, de testigos que los señalan sin conocerlos, de incriminadores falsos, que como sicarios morales los tachan, en un país en el que la vida ha llegado a valer nada y la muerte a valer menos.
Pero la esperanza, que es lo último que se pierde, continúa aquí entre nosotros, en su “caja de Pandora”, para decirnos que si decidimos despertarnos de este letargo inaceptable en el que vivimos, saliendo de este comportamiento de ciegos, sordos y mudos, entonces tendremos la posibilidad de enfrentar el miedo y el poder, para hacer valer los derechos de la gente, claramente establecidos en nuestra Constitución, incumplidos con deshonra por aquellos a quienes se les dio el encargo de gobernarnos.
Se debe comenzar por recuperar la dignidad perdida o aplastada por los “poderosos” de turno, enfrentándolos en las urnas, con la convicción de que solo deben ser elegidos los mejores, para acabar de una vez por todas con tantos mediocres, tantos sinvergüenzas, tantos deshonestos, sin que le puedan poner precio a su voto; que sepan desde ahora que la dignidad de una nación no es comprable, como es comprable la indignidad de ellos, esa que tiene precio, pero que no tiene valor.
Se acerca el fin de año, y con él la terminación de este periodo político lleno de vergüenza y deshonra. Deshonra a todos los niveles: presidencia, vicepresidencia, ministerios; de las entidades de control que se les amangualaron, para hacer pasar como legal lo que no es, en una demostración de la falta absoluta de vergüenza que tienen.
Ya están definidas las listas de precandidatos de todas las corrientes, de todos los partidos y de todos los grupúsculos, que han nacido en medio de esta epidemia de deshonestidad y cinismo.
De todos nosotros depende, que el futuro muestre un cambio, que nos redima como nación digna, o nos condene al estigma de ser el país mas corrupto del mundo. No bote su voto, no lo venda. Solo así podremos cambiar.
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