En Colombia se volvió costumbre, seguida con arrogancia y sin vergüenza, ejercer la política como un negocio que produce jugosos dividendos a sus actores, dejando desolación y rompiendo la institucionalidad repetidamente, sin que tenga consecuencias, investigaciones, sanciones y cárcel, para los que la utilizan con malos hábitos y peores costumbres, hoy cotidianas en este paraíso tropical, convertido en una republiqueta, sin valores. La honestidad es baladí, ser decente es excentricidad, ser culto políticamente para trabajar en favor de los que eligen, que son los ciudadanos, es una situación excepcional, ejecutada por hombres y mujeres pulcros, que están en ella, acorralados por las mafias, sin poder contrarrestarlos y cerrarles el camino.
Hoy jueves, estamos a 3 días de elecciones presidenciales en primera vuelta, que podría ser la única, si uno ve las estadísticas con miles de personas, elaboradas por independientes que no tienen compromisos con el gobierno, ni con encuestadoras relacionadas con el gobierno, porque muchos de los que las dirigen o manejan son empleados o contratistas del Estado.
La independencia periodística, en esencia el pilar fundamental del ejercicio de la profesión, fue cambiada por una fanaticada, que deforma, falsea, inventa o acomoda la noticia, para darle gusto a los que están en el poder y mantener los contratos de esos grupos de desinformación y de influenciadores, que, sin sonrojarse, lanzan falacias y mentiras al público, porque saben que la cultura nunca ha sido un propósito gubernamental y educar no es una prioridad, para poder engatusar a los millones de ignorantes y analfabetas que tenemos en nuestro medio, por culpa y conveniencia se los clanes y grupos políticos que nos han manejado hasta ahora.
Las candidaturas proliferan con grupos de corruptos unidos, o por candidatos que dicen ser honestos sin serlo, estando judicializados por sus trampas, engaños, desfalcos y tropelías. Los recursos del Estado, que provienen del contribuyente son usados de manera deshonesta, con mano larga y sin honorabilidad, llegando a puntos impensables de corrupción en los que se roban buena parte del presupuesto, con total impunidad, con el más absoluto de los cinismos.
Pero en este país en el que con exóticas excepciones solo hemos tenido presidentes que van de regulares, malos, muy malos, pésimos, e Iván Duque, eso que parece no importarle a alguien, ha llegado a un punto de desesperanza tal, que despertó la conciencia colectiva y movió lo que parecía impensable, para participar en la elección de un nuevo presidente, que no sea un títere; alguien culto e instruido, conocedor la realidad del mundo que nos rodea y sus circunstancias, que van más allá de la oficina de Envigado y de esa Medellín que nos ha entregado lo peor que tiene para gobernarnos. Eso para vergüenza de todos los antioqueños de verdad, honestos y decentes, que ven como sus principios, han sido cambiados por los intereses de los “paisas” sin escrúpulos, tramposos, vivarachos, incoherentes, incultos, mal preparados y sin vergüenza alguna.
Sumémosle un candidato que dice ser independiente, pero que es un vivo, negociante inescrupuloso, que no conoce límites éticos y que solo sabe decir, “hay que acabar con los políticos corruptos”, siendo él uno de ellos, sin que pueda explicar cómo lo haría, solo porque carece de la estructura personal para hacer un verdadero gobierno avanzado, con criterios de inclusión, control del medio ambiente, combate a los clanes de corruptos, narcos y matones, que pululan por todo el territorio nacional, se roban todo, desplazan gente, se quedan con sus tierras, matan como si se tratara de un juego, para demostrar que el poder que tienen en las armas, es más fuerte que el de la razón, la verdad y la honestidad.
La oportunidad del cambio está a nuestra disposición, sin depender de viandas y votos comprados, de manifestaciones multitudinarias con gente que va pagada y amarrada en sus convicciones, sometida a las acciones de retaliación que los manipuladores de votos pueden hacerle, si no le siguen sus órdenes y designios. Llegó la hora de saber si queremos comenzar a edificar una república decente y digna, o si seguimos sometidos al yugo de los juegos de los clanes que han vuelto este país una mierda, una vergüenza mundial, no digna de imitar.
En sus manos y su voto, que es secreto, está la oportunidad de comenzar a construir un nuevo país, en el que sea honroso para vivir y tranquilo para disfrutar. Es ahora o es nunca; arranquemos en primera.
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