“Grito que no creo en nada, que todo es absurdo. Pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer en mi protesta.”
Albert Camus
En el Título 2, De los derechos, las garantías y los deberes. Capítulo 1: De los Derechos fundamentales. Artículo 37, dice claramente: “Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Solo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho”.
Es claro pues que nuestro ordenamiento jurídico y nuestra Constitución, contemplan el derecho a la protesta como algo fundamental, que debe respetarse, que está consagrado como una manifestación que no puede ser violentada, ni prohibida.
Pero el derecho a la protesta que tenemos como algo fundamental, no puede reñir con otros derechos de nuestra Constitución. Por eso el derecho a la protesta, no puede sustentarse en violar el derecho a la movilidad, el trabajo, y los derechos de los otros. #MisDerechosNoMeDanDerechoAViolarLosDerechosDeLosOtros.
No podemos venir aquí a dejar plasmados cuentos tontos, con los que se defienden y se atacan mutuamente los que se llaman “derecha” y los que se dicen “izquierda”. Esa estigmatización, que aparentemente es bien pensada, no pasa de ser un cuento mal hilvanado, con el que algunos de los que los pregonan, quieren apagar el fuego con gasolina. Logran con eso hacer que este país todos los días más maltratado y malquerido, se convierta en un cráter por el que afloran volcanadas de polarización, odio, desprecio a la institucionalidad, para hacer correr el rumor de la violencia como el objetivo de la protesta.
Mentira. La protesta es la manifestación de descontento e inconformidad de una parte de la población, con las actuaciones y desmanes de los que nos dirigen, creyendo que este país puede tratarse como una naranja, de la que pocos pueden degustar su jugo, porque las condiciones de la policlase han sido siempre contrarias a la voluntad popular, favorecen minorías que no la necesitan y perjudican, actúan y obran en contra de mayorías que están sometidas al vaivén de las determinaciones de la corruptísima clase política que nos gobierna, contrariando la voluntad del pueblo.
El panorama es desolador. Las expectativas de progreso y desarrollo están condenadas a no cumplirse, por cuenta de los mentirosos que manejan nuestro país. Una caterva de políticos, intermediarios y burócratas que prometen de todo y cumplen nada. Una policlase desacreditada y cínica, que quiere mantenernos en condiciones de feudo, con el poder que se abrogan para sí mismos los partidos políticos y sus integrantes, en gran parte responsables de nuestra desgracia, de nuestro subdesarrollo, de nuestra cotidiana “hecatombe”.
No podemos permitir que el clamor de millones de colombianos sea desvalorizado y menospreciado por oportunistas que están en el Parlamento como cuotas de grupos políticos, sin que tengan méritos intelectuales o valores personales que los sustenten, actuando como incendiarios de un país, que no resiste más este caos sin fin en el que nos encontramos.
El presidente tiene unas obligaciones que cumplir; esas que para ganar adeptos, prometió como programas de gobierno inaplazables, con los cuales se haría frente a esta desigualdad infranqueable e inaceptable en la que vivimos. El gobierno no puede seguir haciendo el papel de principal responsable de unas políticas que han demostrado solo han servido para beneficiar empresarios que no las necesitan, ni arrodillarse ante multinacionales que vuelven rastrojos y desiertos nuestra geografía.
Los estudiantes tienen todo el derecho a protestar, pero no pueden dejarse manipular por la horda de encapuchados que no les son afines, algunos de ellos agentes del Estado, que se meten en las manifestaciones para convertirlas en violentas.
El derecho a la protesta es un derecho fundamental. Pero tiene límites que deben ser respetados. Ese respeto debe venir de los que protestan y de los que cuidan la protesta. Es inaceptable que estudiantes, indígenas, campesinos o policías, paguen con sus vidas o queden lesionados por cuenta de los infiltrados en las protestas, de los violentos a los que solo les interesa la multiplicación del caos. Sí, la protesta es un derecho fundamental, pero repito: #MisDerechosNoMeDanDerechoAViolarLosDerechosDeLosOtros.
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