EL ECO
Aló….Ola-
¿Seré?...Eres
¿Por qué dices lo mismo que yo?
Porque soy eco
Pero eso fue distinto
Claro, te responde la roca
Yo soy el dueño de lo que dije
El eco lo hago yo
¡Lo hago yo!
Esperas escuchar tus propias palabras
Mis propias palabras
Sobra tu grito
¿Quién grita?
Puedes pensar…
¿Y nada mas?
Te oirías mejor
¿Oírme mejor?
Vas como un loco
Lanzando palabras al viento
Para que choquen en mi
Y retornen a ti
Soy muy dura
Me emociono y juego
Los juegos infantiles de los hombres
Que solo quieren escucharse a sí mismos
Ya había escrito Gabo, una novela de antología: “El amor en los tiempos del cólera”. Es una situación parecida a la que vivimos. Hoy nos enfrentamos a una pandemia, la que se desató en el mundo con el covid-19, que ha causado un colapso en el sin precedentes.
Parece que no hemos entendido la trascendencia del problema, cuando vemos las medidas que toman los gobernantes. Estamos en un callejón sin salida: Morir por la infección, o morir de hambre por el confinamiento. La economía se resintió como nunca. Pero la vida continúa en el confinamiento, sin que veamos un tratamiento efectivo, en caso de sufrir el contagio. Lavarse las manos, mantener la distancia y encerrarse, son hasta ahora las únicas medidas que mitigan las estadísticas, sin que sepamos a ciencia cierta, que va a pasar cuando comencemos a volver a la vida cotidiana.
Si el virus fue un acaso de la naturaleza, o un arma biológica, pasa por ahora a segundo plano, ante la evidencia de su propagación, cuando no tomamos las medidas preventivas, violando los principios del aislamiento.
Está en discusión en muchas partes, si en verdad es un virus que produce neumonía, o si es uno que produce alteraciones en sangre y trombos que terminan por afectar los pulmones y causar fibrosis, desencadenando la muerte en miles de personas, que tienen generalmente, enfermedades de base que facilitan su explosión sintomática. En la mayoría, pasa desapercibida sin que se presenten manifestaciones; pero como portadores del virus, si no cumplen las elementales normas de aislamiento y cuidado, exponen a otros al contagio en forma exponencial. Si a este panorama desolador que vivimos, sumamos la falta de cuidado, seremos responsables de la diseminación sin freno de un microrganismo, que cambio por completo la forma de vivir los humanos, con esa prepotencia que teníamos cuando creíamos sin dudas, que podíamos dominar la naturaleza, sin respetarla.
La cuenta de cobro que nos pasa es alta. Todavía no tenemos la verdadera dimensión de sus consecuencias. Las medidas tomadas por el Gobierno parecen muy acertadas, como si fueran salidas de un análisis juicioso, serio y basado en evidencia de la crisis que atravesamos.
Duque determinó que pueden comenzar a trabajar el área de la construcción y el sector manufacturero. Parece muy bien planeado, pero no lo es. Retornan al trabajo miles de personas que trabajan en esos sectores. Eso significa que volverán a sus labores dos actores de la economía, muy importantes por cierto. Pero eso no es verdad. Para poder hacerlo tienen que volver a circular medios de transporte masivos. Despachar las manufacturas, transportar los materiales de construcción, explotar las minas, fabricar los productos de esos renglones.
Nada de eso tiene potenciales compradores en esta situación. Se irán acumulando obras y producción, sin venta, sin comercio. Se necesitarán además más personas que controlen los flujos de gente, mas ganchos con ropa sin poder exhibirse, porque está cerrado el comercio. Pero cuando lo abran, ¿quién va a comprar? Si tenemos en cuenta la realidad de pobreza que tienen las mayorías, los clientes serían poquísimos. Más empresas quebradas. Más trabajadores con empleos efímeros, para terminar desempleados.
En medio de esta debacle, el amor se conserva, nace, o se muere. Pero cambian las reglas: ni me tocas, ni te toco. Ni me besas, ni te beso. Te mantienes a distancia. Amor con golpecitos de codos, miradas perdidas, melancólicas, tristes. Los labios harán fiesta, pero no veremos sus gestos detrás de las mascarillas, que muchas veces esconden otras máscaras. Pueden seguir, pero que no parezca que persiguen, aunque usted piense que lo hacen y crea saber quien. El silencio y la soledad, comenzarán a ser nuevos lenguajes. El perdón estará relevado, el olvido no será posible para los que guardan abiertas cicatrices en el alma.
En fin, o morimos de hambre y solitarios, o nos exponemos a morir infectados. Mejor, LávateLasManos y QuédateEnCasa
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