La política, un arte noble que tiene el objetivo de manejar a los pueblos para logar el bienestar general, ha sido degradada por cuenta de los que fungiendo como políticos han desacreditado el noble quehacer, lo han convertido en un negocio perverso detrás del cual se forman clanes que se enriquecen con los dineros de los contribuyentes, que siendo sagrados son utilizados como el botín al que se pueda hacer cualquier malandrín sin escrúpulos que haya llegado a ocupar puestos de poder.
¿Cuándo la política, una actividad que sirve para mejorar las condiciones de vida de los que eligen, se convirtió en un pozo séptico en el que se encuentran los peores ciudadanos haciendo trampas, orquestando desfalcos, robándose el erario, sin que les importe, demostrando absoluto desprecio por la legalidad, la honestidad y el orden establecido; poderes de representación de los votantes, a los que en estricta ley deberían responder por sus ejecutorias?
¿Cuándo los ciudadanos del común nos levantaremos en masa, para impedir que grupos que adquieren privilegios inmerecidos se apropien de los recursos públicos, incumplan sus promesas, se conviertan en una manada sin ética, deshonesta, tramposa y ladrona que llena sus arcas con dinero que no les pertenece, sin que se tomen medidas serias, que pongan en el cadalso a los deshonestos?
Parece que no existe un interés general por cuidar los recursos del Estado, esos que sacan de los contribuyentes, de la clase trabajadora, de la clase media, que es la que termina pagando los platos rotos de un país en el que los “vivos” que se apoltronan en el poder, se eternizan en él, para hacerse a fortunas incalculables, celebrar contratos a muchos años con lucro garantizado, multiplicando los costos de las obras que hacen; eso sin contar con las que sin haberse hecho fueron pagadas, robándose la totalidad del presupuesto, sin poderes que los paren, ciudadanos que los señalen, autoridades que los investiguen y los castiguen sin beneficios especiales de casa por cárcel o rincones acogedores de nuestras instituciones, para que allí digan que están pagando sus penas, cuando en realidad se burlan de una nación que indiferente, no se moviliza para ponerlos contra las cuerdas, acorralarlos y condenarlos.
Todos los días nos quejamos diciendo que estamos peor que antes, que no va a mejorar. Pero tenemos que comenzar a actuar, señalarlos, denunciarlos, destituirlos, hacer que la justicia sea efectiva y les cobre con intereses de usura los desmanes a los que nos acostumbraron los corruptos e inescrupulosos que manejan el poder.
Tenemos que hacer algo. No podemos tolerar más el desangre de nuestro presupuesto en manos de burócratas, funcionarios y políticos que desconocen el valor de la honestidad, no tiene el menor atisbo de dignidad, carecen de vergüenza y se ufanan con vana gloria por sus conquistas y sus maniobras para hacerse con los dineros públicos.
Malditos los que se roban los dineros de los contribuyentes, los que impiden que con ellos se mejoren las condiciones de vida de los ciudadanos, se tenga un futuro más tranquilo, más prometedor, con igualdad de oportunidades para todos.
Una patria que se duela de la pobreza extrema y que desprecie la riqueza concentrada en las manos de los que con maniobras indecentes, llenan sus bolsillos con indignidad, con desprecio por la institucionalidad y la legalidad, convencidos como están, nada les pasará en este paraíso de delincuentes, en esta república bananera, que no se duele de los millones de personas que viven en condiciones infrahumanas, mientras todo el engranaje institucional está al servicio de los que como en las épocas feudales, se convertían en dueños de todo, robándolo a los que eran sus propietarios. Con esa manera de manejar nuestra república, el futuro es desolador e incierto.
Que no se queden tranquilos los que se han robado este país. La historia les cobrará todas sus felonías y castigará la agilidad de sus manos para apropiarse de los bienes públicos. Una nueva generación con sentido de pertenencia será la encargada de cobrarles sus desmanes y deshonras.
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